[Sonido de papel al ponerse en una máquina de escribir y tecleo]
ROGGER: No hay necesidad de que alguien me cuente, yo lo he vivido, le sacaron a mi lados, de mi costados. Yo con mi papá yo he dormido en la cama, al otro costado, en la otra cama, en el mismo cuarto nosotros dormíamos.
NARRADORA: La Oruga, un podcast para pensar el presente desde nuestas memorias. Segunda temporada. En 1991 ROGGER era un niño de 10 años que vivía con su familia en Chuschi, un centro poblado de Ayacucho, conocido por ser el lugar donde Sendero Luminoso inició sus acciones en 1980, cuando quemó las ánforas de votación para las elecciones generales de ese año. Habían pasado 11 años desde ese evento. Y en el pueblo se vivía una tensa normalidad.
[Sonidos de pájaros]
ROGGER: Antes de 1991, antes de su desaparición de mi papá, era una familia donde que… ehh… que nosotros teníamos… o sea, no éramos pobres en sí, porque mi papá ya trabajaba mucho tiempo en la municipalidad. Teníamos abrigo, teníamos comida suficiente y mi casa estaba… era completa, organizada, y a mi papá le gustaba cocinar. Mi papá sabía cocinar más que mi mamá. Le enseñaba a cocinar.
[Sonidos de pájaros]
ROGGER: Mi papá era un funcionario en la municipalidad, él desde muchos años trabajó en la secretaría de la municipalidad. Al margen que trabajaba en la municipalidad, mi papá era una persona bien servicial, tanto así que mi papá tenía sus dos máquinas de escribir, y con esas máquinas es lo que él trabajaba en la casa, para los vecinos, para muchos de los campesinos que querían hacer algún tipo de escritos. Él tenía ese dominio de hacer escritos, de compra-ventas, de testamentos, y entre otras cosas.
La relación, o la amistad que han tenido entre mi papá y los policías era: uno, como funcionarios, y otro eran… este… como deportistas. Tanto policías como mi papá también eran deportistas, jugaban fútbol, y jugaban contra los policías, cada uno con su equipo. Entonces, eh, jugaban los trabajadores de la municipalidad contra los trabajadores de la comisaría, y muchas veces los policías nunca querían perder, ¿no?, si están perdiendo a veces terminaban, un poco discutiendo. Pero sí se notaba que un poco terminaban discutiendo dentro de la cancha, ¿no?
[Sonido máquina de escribir, tecleos discontinuos]
ROGGER: Ya mi papá trabajaba mucho tiempo en la municipalidad, y los policías tenían conocimiento y tenían conocimiento que tenía también sus dos máquinas de escribir que eran de su propiedad de mi papá en mi casa, ¿no?, en su casa. Donde mientras la municipalidad tenía solamente una sola máquina, creo que ya estaba hasta viejita, entonces a veces cuando yo estaba, necesitaban… ya no funcionaba, y en las madrugadas tocaban la puerta para prestarse la máquina, porque para hacer su atestado, todo tipo de trabajos en la comisaría, si se quedaban sin máquina ya no sabían qué hacer. ¿no? Entonces lo buscaban a mi papá y se prestaban. Eso es lo que justamente veíamos que si tenían alguna relación tal vez es por la máquina, por la necesidad que tienen en la comisaría por la máquina de escribir.
[Sonido de campanas, gente que conversa, canto de pájaros]
ROGGER: El día jueves 14 de marzo de 1991, en la tarde, como cualquiera, una tarde de que en mi pueblo, como todos los jueves en la tarde y viernes en la mañana, es feria. Entonces jueves en la tarde ya hay un movimiento de comerciantes y de campesinos que vienen de diferentes pueblitos a Chuschi a hacer sus compras o ventas. Entonces había un movimiento, entonces, donde llegan las movilidades de la ciudad a Chuschi, traen a las mercaderías, llegan el bus de Lima a Chuschi, que es la única vez, una vez a la semana llega a Chuschi. Entonces, para los niños era, por ejemplo, los jueves y viernes, la loza deportiva era en la tarde lleno, que todo el día están jugando fútbol.
[Sonido de máquina de escribir, tecleo constante por varios segundos que asemeja a una marcha militar]
ROGGER: Y del bus bajan un promedio de 20 soldados. Bajan y se forman, y se dirigen hacia el puesto policial. Ingresaron. De ahí no vimos más, hasta el atardecer, ¿no?
[Sonido de tecleo de máquina de escribir, constante y espaciado]
ROGGER: Habrá sido un promedio de… que todos ya estábamos durmiendo, exagerando, a las 8 de la noche. Entonces ya había pasado varias horas cuando escuchamos este… en promedio de las 11, 11:30 de la noche, un llamado así con voz fuerte: «¡Martín!», entonces nos despertó a todos. Donde mi mamá comienza a reprochar a mi papá: «¿quién de tus amigos borrachos están buscando a estas horas?, diciendo, ¿no?, porque a mi papá también le gustaba brindar. Y entonces la única voz que hubo, mientras que estaban un poco en ese plan, mi papá exigía que salga para que diga quiénes están. Dormíamos nosotros en el segundo piso. Habrá pasado un minuto, minuto y medio, mi mamá se levanta y en el segundo piso ya estaban los soldados, juntamente con los policías. Ingresan, inicialmente parecían… ingresan y directamente le dijeron: «Martín, levántate», y mi mamá entendía que como eran policías, como venían así antes por las máquinas, que no era algo extraño, que no iba a pasar algo extraño. ¿no? Entonces como que le ayudó, pero era muy apresurado, no le dejó vestirse, rápidamente comenzaron a forcejear, y mi mamá ahí interviene. A mi mamá lo empujan los militares, y sin vestirse mi papá, solamente se pudo poner su poncho, lo sacaron del cuarto del segundo piso y lo aventaron hacia el primero.
[Sonido de un tecleo de máquina de escribir]
ROGGER: Mi mamá logra prender su vela. Salimos hacia la calle. No habremos caminado más de 20 a 25 metros, así corto, ahí nos disparan una sola vez. Nos asustamos, nos regresamos, entramos a la casa de la vecina, donde que estábamos esteee ehhh, sin saber qué hacer, asustados, ehhh… y a los pocos minutos también se escuchaba bulla, más o menos promedio a dos cuadras. Otros diez minutos más, otra distancia, otra bulla. Entonces lo que yo lo noté es que inicialmente, que esto no está pasando solamente en mi casa. Entonces ahí lo que hicimos inicialmente fue resguardarnos, un poco calmarnos donde el vecino. Porque ahí, no ha pasado más de 20 minutos, comenzaron fuertes disparos, como si fuera un enfrentamiento, ¿por qué digo “han simulado” ?, digo “han simulado”, porque ellos mismos, militares mismos, en el juicio oral, lo dijo: han hecho una simulación de que supuestamente hubo un enfrentamiento, cuando nunca hubo un enfrentamiento.
[Sonido de tecleo de máquina de escribir rápidos y fuertes, simulando disparos]
ROGGER: Y así mi abuelita fue con mi mamá, se juntaron, y ahí en ese camino, noche, que están caminando, se encuentran con los familiares de otras personas también que habían capturado. Y al final en la madrugada, cuatro de la madrugada, se enteran de que eran de cuatro personas. Y lo que hicieron es tomarse valor y acercarse hacia la comisaría y pedir explicación qué han traído a sus familiares, y los de la comisaría responden es que “aquí a nadie ha traído”.
NARRADORA: Alguien que llegaba de noche a la feria avisó a los familiares que los detenidos estaban siendo conducidos por los militares rumbo al cuartel de Pampa Cangallo.
Los familiares persiguieron a la columna sin tregua, en silencio, a pie, en bus, ocultos, recibiendo disparos disuasivos.
ROGGER: Hasta que frente al cuartel de Pampa Cangallo, cuando estaba más cerca, ya era imposible de seguir, siguiendo, ¿no? Entonces a una distancia a 200 metros así, se quedaron mirando cómo ingresaba por la parte posterior al cuartel, y como a poco ingresaban y se perdían de la vista.
[Sonido de máquina de escribir, sonidos intermitentes y agudos de un monitor cardiaco, y un pitido» o «bip» largo constante que indica ausencia de actividad cardiaca, fallecimiento]
NARRADORA: Estamos escuchando La Oruga, segunda temporada. Esa noche desaparecieron cuatro personas. La desaparición de Martín, el papá de Rogger, fracturó la vida de la familia.
ROGGER: Sucedido el hecho, se juntaron de los cuatro familiares… familiares de los cuatro desaparecidos, e hicieron las denuncias en la fiscalía, desde Cangallo incluso hubo… ese seguimiento, iniciaron. Pero los policías ehhh, de manera inmediatamente lo que hacen es hostigar, y mi mamá como una campesina, lo que quería es menos eso, sentía temor. Entonces inicialmente lo que ella hizo es, al contrario, evitar ese hostigamiento, y se fue hacia la puna, a la estancia donde que hay los animales, los ganados. Y nosotros los niños nos quedamos en el pueblo. Primero desapareció mi papá, y luego por el hostigamiento, mi mamá se aleja. Y nos quedamos más solos los niños.
[Sonido de máquina de escribir, tecleo pausado y continuo]
ROGGER: Cuando estaba niño, no pensé salir del pueblo. Uno porque en nuestros trabajos que hacíamos los fines de semana, los sábados y domingos, en la chacra, ehhh, veía esa necesidad a mi mamá, de fuerza. Por ejemplo, yo estaba con mis 10 años, 9 años, y seguíamos en la chacra… teníamos incluso alquilado caballos para recoger sea maíz o papa. Creo que una vez cuando cosechamos maíz, no podíamos cargar al caballo y ya eran esteeee…. mucho tiempo en el camino que estábamos con el costal de no poder levantar al caballo, y mi mamá se ponía a llorar, maldiciendo al que le ha hecho desaparecer a mi papá… Faltaba fuerza, ¿no?, y al no saber qué hacer, nosotros consolábamos: que ya no llores, que nosotros vamos a crecer, te vamos a ayudar, yo te voy a dar esa fuerza, lo que… perdió de su esposo, mi mamá, ¿no? [voz quebrada].
Pero no sucedió eso, ¿no? Tal vez las cosas se dio para que, cuando ya tenía 15 años, 16 años, terminando mi secundaria [tos para aclarar la voz], yo veía que tenía que pensar en mi futuro. Qué tengo que hacer, porque no hay estudio en el mismo Chuschi, no había, tal vez ahora ya hay. Entonces, salí por la misma necesidad de querer crecer, ¿no? Hacer algo, y decidí a venir acá a Lima. Y siempre me hace pensar también en… qué es la situación de mi papá. Entonces decidí de esa manera salir del pueblo, y lo que prometí a mi mamá, nunca cumplí, de querer ayudarla. La dejé y ya.
NARRADORA: En Lima, Rogger, ya un joven, junto a su tío, tomó contacto con APRODEH, la ONG que llevó el caso de su padre y de los otros desaparecidos de Chuschi. Había pasado una década. El proceso había avanzado y se juzgaba al militar que estuvo al mando de la columna y a los policías de la comisaría. Se llegó a un juicio.
ROGGER: En lo posible, que me daba tiempo yo iba al juicio, salía, y así la mesa se instaló, iniciaban los testigos, ellos. Era una historia en la que ellos todos negaban. Y hay un momento en donde que a mí también, este ehhh, justo cuando estaba participando como público en esa audiencia, el policía que era jefe de la comisaría, indica que, obviamente era imposible actuar contra Martín ¿Por qué?, porque él era mi amigo, nosotros conocíamos a sus hijos, a sus hijos lo cargábamos. Entonces, eso hablaba porque él obviamente quería negarse que él haya participado en la captura, en la intervención a los domicilios, llevarlos, ellos simplemente se negaban. Entonces, eso de que él explicaba que a nosotros nos cargaba, eso nunca a ha sucedido. ¿No?
[Sonido de tecleo de la máquina de escribir]
NARRADORA: A fines de 2007, tres acusados fueron condenados en este juicio. El principal, el militar a cargo de la columna que realizó las detenciones.
Pese a ello, los familiares sintieron que no habían logrado resolver lo principal: haber conocido quiénes dieron las órdenes y no llegar a saber dónde estaban los desaparecidos.
Volvieron a pasar algunos años. Se produjo un nuevo juicio. Esta vez contra los oficiales de mayor rango.
ROGGER: Entonces, ehhh, teníamos esa esperanza de que ellos digan quién es el responsable del final de nuestros familiares. Teníamos esa esperanza de querer conocer, y sentir que esta es la oportunidad y van a decirlo. Y van a sentir, que van a reconocer, o van a asumir. Al asumir sentía que van a decir adónde están. Donde están los restos, donde están enterrados los restos, o qué ha pasado. Pero lamentablemente tampoco, ¿no? Ellos siempre se negaron. Responsabilizando al jefe de la base del cuartel Pampa Cangallo de esa época que era el tal Caldas Dueñas, y él siempre ha estado de prófugo, nunca participó de ninguno de los juicios. Entonces eso siempre también, eso ayudo a ellos, para que negarse de que yo no fui, que yo no sé, que Caldas, sabe, el jefe sabe. Tampoco se logró de… que nos digan dónde está el resto de sus familiares. Cuando hay condenados en el primer juicio, tanto los policías como el militar que ha sido el jefe de la patrulla, ehhh, este militar termina asumiendo, pero también se notaba que él también estaba descontento, en sentido de que los demás militares sí tenían más responsabilidades que él. Lo que entiendo que en el segundo juicio, él acepta ser…, colaborar como testigo. Y en este caso nosotros justamente eso saludamos. Eso va a servir para poder aclarar, porque los demás militares se negaban del ingreso de los detenidos. Mientras este militar, el jefe de la patrulla, ha asumido, ha reconocido, sí con los detenidos he ingresado por la parte posterior del cuartel de base de Pampa Cangallo.
NARRADORA: Llegó un día clave en el juicio, muy esperado por los familiares. La reconstrucción de los hechos. Viajaron hasta Ayacucho los jueces de la sala penal, la fiscalía, los acusados y sus abogados, los familiares de los desaparecidos y su defensa legal. Y allí, frente a todos, el militar, como testigo, describió paso a paso todo lo que había pasado un par de décadas atrás.
ROGGER: Entonces llegaron primero al lugar llama “Waqanqasa”, que es el punto donde de último encuentro, que ha sido de esa época, entre esa patrulla con los familiares. Reconoce el trayecto, donde ha ingresado, por donde ha pasado desde Waqanqasa, los familiares dicen también lo mismo, sí, por este caminito, por este caminito, por este puentecito han cruzado y por atrás han ingresado.
[Sonido de motor de camión]
Tal cual, coinciden los testigos de los familiares y más su versión de él. Y la sala dijo que sí, que está probado que los detenidos terminaron de ingresar al cuartel de Pampa Cangallo.
NARRADORA: La diligencia terminó. Los familiares se agruparon. Tristes, porque tampoco esta vez habían obtenido información sobre el paradero de sus desaparecidos.
ROGGER: Y los familiares nos juntamos, nos juntamos con nuestros abogados, habían también personas que nos acompañaron, juntamente con ellos este… estábamos muy dolidos, estábamos en un momento de llantos y… estábamos entre nosotros consolándonos.
[Sonidos de viento]
NARRADORA: Entonces algo completamente inesperado ocurrió.
ROGGER: Se acerca, de la parte posterior, emmm, primero este…, el militar, quien era el jefe de la patrulla. Él de manera…, inicialmente con una voz muy baja, pide que lo escucháramos. Y comienza a hablar, donde que… que él sentía lo que nosotros estábamos sintiendo. Y él nunca pensó que esto iba a pasar. ¿no? “Reconozco que soy parte de esto, y asumo, lo que ahora vengo es a pedir perdón”.
[Sonidos de motor de viento]
ROGGER: Y la verdad fue un momento donde que nadies ha pensado. Y las mamitas, con nosotros que estábamos allí llorosos, en llanto, ehhh…. Literalmente un poco, todos atención, calmamos y escuchamos esos pocos minutos, no era tanto tampoco, unos pocos segundos que dio su palabra. Y… los familiares también sentimos su participación y su colaboración como testigo.
[Sonidos de motor de viento]
ROGGER: Mamita Maria Vilca quien en quechua le exigía al militar. Decía, ¿no? Kutiykachipuway, quykapuway wawayta; imapaqmi apanki. Waqachkaqtam dejaruwaranki, manam quwayta munarankichu. Imapaqmi apakunki, may kunankama rikurimunampaq. [Traducción: Devuélveme, entrégame a mi hijo; para qué te lo estás llevando. Me dejaste llorando; no querías entregarme a mi hijo. A dónde te lo llevaste que hasta ahora no aparece.] “Hasta que, te has llevado… para que no vuelva hasta ahora», ¿no?
Lo mismo mi mamá, lo que también le preguntó: Mana zapatuyuqta, mana pachayuqta; punchuchawan churakusqallata apakunki, pusarunki; manam pachallantapas churakunchu sumaqtaqa. Chaynata waqachakaptiyku, mañakuchkaptiyku, mana quykuwankichu. Manam kunankamapas yachanikuchu maypi kasqanta. [Traducción. Sin zapato, sin ropa; apenas puesto con un ponchito te lo llevaste. Ni siquiera su ropita se puso bien. Llorábamos, suplicábamos, pero nos ignoraste. Hasta ahora no sabemos de su paradero.] Lo mismo decir: «Hasta ahora… no sabemos dónde está»
Las mamitas piensan que… tal vez… este militar conoce. Entonces, [le preguntan] ehhh… Niykuwayku, niykuwayku, maipitaq pamparuranki, niykuwayku [“Dinos, avísanos dónde lo enterraste”] «Díganos, donde está enterrado».
Entonces, ehhh, algunas cosas de que,ehhh. de querer traducirlo todo a él, pero no era todo ese momento. Pero después cuando la mamita Teofila Rocha dice, en quechua también, le dice: Ñamiki qanqa carcelpi pagaramunkiña. Ripukuyña ya qamapas; wawaykikunatañayá qawamuy, churikikunatañayá qawamuy. [Ya pues, tú ya has pagado tu culpa estando en la cárcel. Ahora ya puedes irte; ahora ya ve por tu familia, vela por tus hijos]. Con toda sinceridad dijeron que… “ya has cumplido tu condena y ya ahora vaya a ver por tu familia”.
[Sonidos de motor de viento]
NARRADORA. Y así, ese día terminó. Un instante valioso. En un paradero lejano. Y nadie escuchó ese intercambio. Ni a las señoras, ni al militar.
[Sonidos de motor de viento]
ROGGER: Despues que ya ha terminado, todo, la pedida de perdón del militar. Sentimos como un consuelo… y sentimos, de un pedido de perdón de sinceridad. Entonces, se calmaron, se tranquilizaron, hasta comieron. Querían comer. Querían… Entonces, definitivamente, eso noté que ehhh…. no solamente era de los familiares mismos, a la persona quien hizo daño, de esteee… de que, pudieramos superar de alguna manera. Entonces, en esta vez, con esa pedida de… de acercarse, ese acercamiento, fue importante que ayudó también a los familiares, ¿no? No solamente esa ayuda fue para él, que de hecho para él también ha sido importante, porque… ha estado también pues esperando seguramente en algún momento de querer hacer que, humanamente que, muchos y cuántos que no deberian hacer eso… porque no creo que se bonito… vivir con esa conciencia. Y por más fuerte que seas.
[Sonido de papel al ponerse en una máquina de escribir]
ROGGER. La máquina de escribir lo hemos traido acá a Lima, ahurita está en el Lugar de la Memoria. Lo hemos prestado por un tiempo… para que esté contando la historia.
NARRADORA: Gracias por habernos acompañado. Hemos escuchado “un objeto valioso”, una historia real, contada por su protagonista, Rogger Santos Cayllahua.
Soy Rosa Vera, narradora de este episodio e integrante de la Oruga, junto a Francesca Uccelli, Tamia Portugal y José Carlos Agüero.
José Carlos estuvo a cargo de la investigación y el guion de este episodio. La edición de audio ha sido un trabajo de La Plebe, a cargo de Teresa Cabrera y Katia Villavicencio.
La Oruga es un podcast del Instituto de Estudios Peruanos.
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¡Hasta pronto!