Ana Sofía nació en Lima en 1975. Vivió su infancia a la par de la conformación de Villa El Salvador, durante los años más difíciles del conflicto armado. Se ha dedicado al teatro, el arte y el trabajo comunitario desde muy joven. Fue fundadora del grupo cultural Arena y Esteras, que nació en 1992, luego del asesinato de María Elena Moyano a manos de Sendero Luminoso, proponiendo el arte como un modo de hacer frente a la violencia y el miedo. Ana Sofía sigue siendo una de sus principales promotoras, logrando que Arena y Esteras mantenga siempre un vínculo estrecho con la realidad social del país, y en particular con la de Villa El Salvador.

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"La memoria es algo que no tiene que ver con un discurso de lo pasado...

... sino que tiene que ver con cómo miras al futuro. Los aymaras dicen que el pasado está adelante, pero, ¿por qué? Porque el pasado lo puedes ver, porque ya pasó. El futuro, en cambio, está atrás. ¿Por qué está atrás?: porque tú no lo puedes ver. Cuando tú miras el pasado, siempre tienes lo que pasó acá adelante. Tú puedes construir un buen futuro, pero no es desde una lógica del tiempo lineal. La vida no es como un camino [recto, como el] que te enseñó la religión. La vida no es un camino... son ciclos, todo tan circular..."

Recorrido de vida de Ana Sofía
La página de Arena y Esteras
El gran teatro de arena y esteras de Villa El Salvador

Artículo de Víctor Vich, publicado en Ojo Público en el 2016.

Resistiendo desde la arena

Artículo publicado en El Peruano (2022) sobre Arena y Esteras, escrito por José Antonio Vadillo.

Línea de tiempo

  • 1975

    Año de nacimiento

    Sus antepasados por parte de madres son japoneses, por parte de padre, de la selva. Tiene 5 hermanos

  • 1982-83

    La familia llega a VES

    Antes habían vivido en Miraflores y en San Martín de Porres. Villa fue el inicio de tener un lugar propio, en el que, a pesar de contar con pocas cosas materiales, tenían la posibilidad de construir una vida con más posibilidades de bienestar

  • 1983-84

    Trabajo

    Empieza a trabajar desde niña, entre los 7 y los 8 años, no ha parado de hacerlo desde entonces

  • 1985

    Señales del CAI

    Una época en la que no siente a la violencia tan cercana, había apagones, pero no cambiaban su vida cotidiana, pues en VES solo había luz a partir de las 6 pm

  • 1987-88

    Iglesia

    Hace su primera comunión a los 12, y se queda en la iglesia como animadora de catequesis hasta los 18-19 años

  • 1988

    Violencia más cercana

    Aparecen luces en Lomo Corvina, se escuchan ráfagas de disparos. Ella ahora percibe las miradas y los silencios de las personas adultas más cargados de preocupación

  • 1989

    Inicios en el teatro

    Participa en su primer taller de teatro, con Yuyachkani, en la CUAVES

  • 1989-90

    Artes escenicas

    Participa del Taller de Teatro y el Taller de Danza del del Centro de Comunicación Popular de VES, y es parte del Club de la biblioteca del distrito

  • 1990-1991

    Ambiente de temor

    Hay más cuidado al participar en actividades, le advierten a los jóvenes no hablar con nadie

  • 1992

    Asesinato de María Elena Moyano

    María Elena Moyano es asesinada en febrero. Es un hecho que conmociona a su familia, a personas queridas cercanas y al distrito en general

  • 1992

    Actividades artísticas en reacción al terror

    En marzo, como reacción al terror que SL quiso imponer con el asesinato de María Elena Moyano, Ana Sofía y dos amigos organizan el Festival de Escuela Rodante, este es el nacimiento «no oficial» de Arena y Esteras

  • 1994

    La Carreta de los Sueños

    Estrenan su primera obra de teatro, «La carreta de los sueños». Este es nacimiento oficial de Arena y Esteras. Presentan la obra en Lima y Ayacucho

  • 1995-98

    DDHH

    Inician sus actividades de trabajo con víctimas del CAI en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, junto con Aprodeh

  • 1995

    Autogestión

    Participa del Taller de Motivación Empresarial. En el 97 ponen una tienda (Arlequín), para lograr ser autosostenibles

  • 1995-96

    Terreno de Arena y Esteras

    Compran un lote para Arena y Esteras e inician la construcción de la casa

  • 2002

    Inicio de la maternidad

    Tiene a su primer hijo, Sebastián

  • 2002-2010

    Giras

    Inician las invitaciones a Arena y Esteras a presentar sus obras en otros países

  • 2011-2013

    Talleres con mujeres mayores

    Inician los talleres para dar reconocimiento y permanencia a la sabiduría de las personas mayores, generando un vínculo intergeneracional en la comunidad de Villa El Salvador

  • 2013

    Segunda hija

    Nace Juana, su segunda hija

Transcripción

Esta transcripción se ha generando automáticamente y su precisión puede variar.

Ana Sofía Pinedo Toguchi vivió su infancia a la par de la conformación de Villa El Salvador (VES), durante los años más difíciles del conflicto armado. Es fundadora del grupo cultural Arena y Esteras, que nació como en respuesta al asesinato de María Elena Moyano por Sendero Luminoso (1992), como un modo de hacer frente a la violencia y al miedo a partir del arte.

Historia de vida de Ana Sofía Pinedo Toguchi

 

Tamia
Entonces, cuéntame, me dijiste que naciste en 1975, entonces cuéntame un poco sobre tu infancia, ¿cómo fue?, ¿dónde fue?

 

Ana Sofía

Ya, yo soy la cuarta hija de mi madre se llamaba Juana Toguchi Higa. Ella era hija de okinawenses.

Sus padres llegaron a un barco de Okinawa, como el 70 % de la migración japonesa al Perú.
Su nombre dentro del libro japonés era Kazuko.
Pero bueno, aquí las autoridades peruanas no sabían escribir en japonés.
Por eso cuando llegaba un japonés, una pareja japonesa a escribir a su hijo, elegía el nombre, la persona del registro.
Pero dentro de las familias japonesas se seguía usando el nombre propio que está en el Koseki, en el libro familiar.
Mi madre trabajó toda su bueno, estudió, estudió toda la primaria, secundaria, no fue a la universidad porque no era lo que correspondía al ser mujer en estas familias y sociedades tradicionales.

 

Tamia
¿Y sus hermanos?

 

Ana Sofía
Sí, sus hermanos estudiaron medicina, farmacia, porque como buena, buena población japonesa, muy inteligente, muy allá a los números, a las ciencias.
Y ella se dedicó a trabajar en el negocio familiar que tenían en la avenida Grau y estudió pequeñas cosas.

 

Tamia
¿Y de qué era ese negocio?
Ana Sofía
Era un negocio que quedaba cerca de la emergencia de Grau, que era como una especie de cafetería, restaurant, sándwiches, comidas, una cosa así.
Entonces mi mamá, muy inteligente para los números también y muy activa, este, trabajaba mucho, se encargaba también de la caja del negocio.
Y bueno, mi mamá hizo algo que en esa época casi nadie hacía.
Creo que desde ese momento ya una inclinación hacia ser bastante desafiante con los sistemas.
Cuando se enamora y se casa, no lo hace con un descendiente, con un nikkei, lo hace con un peruano, pero no solamente un peruano, sino un afrodescendiente.
Su primer compromiso era negro, los Ballón.
Y bueno, se casa, sale a los 30 años casada de allí.
Pero pues, a diferencia de las parejas, digamos japonesas o nikkei, pues ahí la palabra vale mucho, el compromiso vale mucho en estas.
Su relación no funcionó, se quedó, su pareja se fue.
No conozco bien la historia porque había mucha privacidad en las este entonces, este, mi madre pues esa relación no funcionó.
Aunque ese señor asumió la paternidad, mis dos hermanos mayores, él siempre estuvo pendiente, eso sí.
Y luego mi madre conoció a mi padre, un amazónico.
Mi padre era hijo de Pinedo, Aching, él venía de Yurimaguas, eso lo supe más adelante también venía de Yurimaguas, de padre amazónico y de madre china, porque parece que hubo una gran migración china en esa zona de la selva.
Pero él tampoco estuvo, él fue un padre totalmente ausente.
La última vez que yo recuerdo haberlo visto, yo habré tenido creo que cinco o seis años, tampoco vivía en casa, venía de vez en cuando y su imagen era una imagen más bien que despertaba mucho miedo en nosotros, porque fue un hombre abusivo, o sea, él se ejerció violencia hacia mi mamá de forma muy fuerte.
Entonces este… sí, cada vez que él venía nosotros nos sentíamos aterrorizados, la verdad.

 

Tamia
¿Nunca vivía con ustedes?

 

Ana Sofía
No, yo no tengo memoria de que haya hecho vida… sino que venía, venía con un traje, con corbata, con maletín, desde algún trabajo, pero no era un buen hombre.

 

Tamia
¿Y tú tenías hermanos?

Ana Sofía

Claro, en el segundo compromiso de mi mamá, hemos sido cuatro , el mayor nació con síndrome de Down, él ya no vive, él falleció a los 13 años.
Él murió él a los 12, 13 él enfermó de leucemia, de cáncer a la sangre y pues ya vivía, en ese tiempo vivíamos en Villa el Salvador, ya las condiciones eran, bueno, las condiciones económicas nunca fueron buenas desde que yo tengo uso de razón, así que él falleció y luego nací yo y luego un hermano y otra hermana.
Entonces mi madre en realidad tuvo ocho hijos, dos murieron muy pequeños del primer compromiso, 1 hermano que murió cuando era un púber de cáncer, entonces de los ocho quedamos cinco y así es.

 

Tamia
Tu mamá vivía me imagino por ahí cerca.

Ana Sofía

De ese negocio vivió un tiempo, claro, cuando sale de allí vivió por Angamos, por Miraflores un tiempo, luego después vivió en San Martín de Porres.

 

Tamia
¿Por qué motivos se mudó ya cuando se casó?

Ana Sofía

No, la verdad hay muchas partes de la historia que las desconozco, justamente por este carácter de prudencia de las mujeres de cultura japonesa, porque ella era hija de ambos padres japoneses y de hecho en su familia su madre nunca aprendió a hablar realmente el español bien, y el hombre salía a hacer trámites, podía hablar un poco español, pero era una casa de habla japonesa total.
Entonces ella vivió en esa cultura y en ese sentido fue muy prudente.
No tengo mucha información de cómo fue ese tengo lo que yo recuerdo cuando vivíamos en un departamento en Miraflores, donde ella en la parte de abajo alquilaba un local y puso una lavandería, porque siempre fue negociante, es la característica.
Y después nos hemos ido a San Martín de Porres y en San Martín de Porres ya la condición económica fue disminuyendo bastante más, ya no había posibilidad de alquilar un departamento o un lugar.
Y de hecho, creo que el alquiler era porque un tío mío también vivía allí, en una de las habitaciones.
Y era un tío que estaba estudiando medicina, si no me equivoco.
Y entonces, cuando llegamos a San Martín, ella ya entró como guardiana de un local de fábrica, tipo fábrica.
Y tenían un lugarcito donde llegamos, mi madre con seis hijos, a San Martín de Porres y después a Villa Salvador.

 

Tamia
¿Y era tu mamá haciéndose cargo de ustedes?

Ana Sofía

Mi mamá haciéndose cargo de nosotros y trabajando en lo que podía.
Lo que podía, porque lo que hacía era estirar el dinero que le daba su primer compromiso, que tampoco era mucho, era contador.
Porque parece que mi padre no respondió realmente, creo.
Bueno, no creo, ahora ya sé que tenía otro compromiso.
O sea, mi mamá no era su familia oficial.

 

Tamia
¿Y cómo se van a Villa?

Ana Sofía

Bueno, pues la situación estaba terrible.
Parece que ya esa fábrica tampoco podía estar más.
Y su primer compromiso, su esposa tenía una hermana que vivía acá en Villa el Salvador.
Entonces le dijo que en Villa el Salvador estaban dando lotes.
Y entonces llegamos primero a la casa de esa hermana, de la nueva pareja, digamos, del papá de mi hermana.
Llegamos allí alojados y vivimos como un tiempo alojados, hasta que cuando tú vas a las asambleas en Villa, siempre expones el caso.
Y entonces, si van anotando, se anotó el caso de las familias que necesitaban.
Y cuando se declaraban lotes en blanco, porque había llega gente que llegaba y luego no llegó mucha gente fue así, llegó y claro, en Villa el Salvador era como un desierto.
Cuando se declara un lote en blanco, entonces se lo daban a alguien y así fue.
Ese creo que también es un hito, no recuerdo.
Yo llegué a Villa el Salvador más o menos.
A ver, en mi caso particular, recuerdo el día que como que llegué en un camión.
Mi mamá nos puso un camión a sus seis hijos.
Me acuerdo que llegamos en los cajones de la cómoda, algunos.
Me acuerdo esa imagen, tengo esas imágenes.
Llegamos y nos sorprendimos del desierto.
O sea, era tan maravilloso…
Éramos niños que no sabíamos mucho.
Tan maravilloso.
Era como nadar en la arena.
Nos revolcamos así.
No había luz, no había dado a mi mamá había traído té, “Huyro”, en una cajita y lo único que hacía era poner un colador y con agua caliente que decía oyu okoyu es agua caliente en japonés.
Y siempre tomaba té y nos daba tomar té y galletas, sodas.
Me acuerdo cuando llegamos esa primera noche.
Esa primera noche… porque no había nada más.
Y después… pero yo recuerdo que llegué, pero yo no me quedé a vivir, porque cuando llegamos era invierno, habrá sido junio, julio, era mitad de año escolar.
Entonces yo ya había perdido un año entre mudanzas y entre cosas.
Y la profesora, la profesora del colegio de segundo grado, yo habría tenido siete años más o menos, le dijo a mi mamá que no me podía sacar, porque era pues muy inteligente sin estudiar, o sea, podía aprender y memorizar cosas, muy característico también de los japoneses.
Entonces le dijo no, por favor, no te la lleves.
Hizo una reunión de padres, y una familia me alojó entonces yo me quedaba de lunes a viernes, los viernes en la tarde me recogían, y los domingos en la tarde me volvían.
Y así pasé todo el siguiente, el medio año, hasta que terminaron las clases.
Y yo… pero yo lloraba.
!Yo he llorado!
O sea, era una niña de siete años que lo único que quería estar con sus cinco hermanos y su mamá.
Pero claro, mi mamá sentía que lo mejor era que ya no pierda, o entonces no… habré tenido siete, habría tenido quizás ya ocho, porque ya había perdido un año entre mudanzas.
Y entonces… entonces yo lloraba.
Y mi mamá, cada vez que regresábamos, me compraba un chocolate sublime.
Entonces yo tengo una fijación, o sea, me gusta mucho el chocolate, pero es más que nada por una necesidad afectiva.
Ya no compro los sublimes porque ya no son los de antes, pero es eso.
Y entonces luego ya entro a quedarme a vivir acá y hacer la escuela normal.

 

Tamia
¿Y cómo era vivir con esa familia?

Ana Sofía

Era una familia muy humilde.
Era bastante bien, o sea, realmente…
Y al poco, a los meses, ya le dan el lote a mi mamá.
Y yo recuerdo mucho sus palabras, porque lo que te dan es un pedazo de arena con estacas, eso será lo que ponían pedazos.
Y mi mamá le brillaban los ojos, estaba tan feliz.
Y lo único que hacía era proyectar, proyectar la vivienda.
Decía “acá va a ser el cuarto de las chicas, acá va a ser el cuarto de ustedes, acá va a ser la cocina, acá va a ser la sala, acá va a ser el esto…”, eso era lo que decía.
Con una emoción…
Con una emoción así enorme.
Y nosotros así… y los vecinos ayudándole a armar su primera choza con esteras y con palos y con plástico, ayudándole a armar.
Y ella estaba feliz con sus mesas antiguas, porque ella todavía se había traído de su vida anterior unas mesas antiguas de hierro forjado.
Había traído todas sus cositas, sus mesas de hierro forjado.
Sí, en ese pedacito estaba todo apretado.
Y cuando nos vinimos ya a nuestro lote, teníamos ahí la mesa, teníamos una como antigua, no sé, esas cosas.
Tenía unos adornos japoneses de su familia, me imagino, de… ¿qué sé yo?
Y tenía todo…
Y teníamos unos libros de medicina de mis tíos, que leíamos siempre sin entender nada.
Y también unos libros, todos escritos en japonés, que eran ya de la vida anterior, porque supongo que habrá habido una vida mi madre ha tenido como dos vidas ÿ la vida de su mundo japonés, porque alrededor de ella giraba muchos descendientes, una comunidad bastante cerrada, pero bastante unida, pero con muchos prejuicios, porque, por ejemplo, no permitir que estudien las mujeres o que el hermano mayor se quede con todo, aún sabiendo que porque más adelante luego contó de que era tarea del hermano mayor cuidar a los menores y él no lo hizo.
Y como él dice, los ancianos sabían, es como el consejo de ancianos de los japoneses, sabían pero no se metían.

 

Tamia
¿Pero ella, mientras estaba con ustedes en Villa , armando, su casa, ¿tenía vínculos con su padre?

 

Ana Sofía
Sus padres habían muerto, su mamá murió a los 15 años, por eso ella trabajó mucho y a los pocos años murió su padre.
Papá o sea, murió, se quedó muy joven.
Y entonces, desde muy adolescente, 16, 17, una cosa así, ya era como una mamá.
Además, dentro de una familia en donde su hermana mayor sale casada, porque era un poco mayor, tenía ella cuidaba además a las dos hermanas que tenían problemas de salud mental, y luego el resto eran varones.
Entonces ella trabajó mucho en la casa, en el negocio, y luego pues cuando sale casada con un afrodescendiente, luego separada, divorciada, luego otra vez, luego madre soltera de seis hijos, ya ella en realidad ya no tenía ningún vínculo con la comunidad japonesa.
No sé, años después mi hermana me contó que en algún momento, cuando mi hermano enfermó de cáncer y estaba en una situación muy terrible, fue mi mamá y mi hermana a pedirle a su hermano, que tenía además una farmacéutica, una botica, que se quedó con los negocios de la familia, y pues no le o sea, ella era como había muerto para para él, por lo menos para el hermano mayor y sus dos otros hermanos que estudiaron medicina se habían ido a Japón y no tenía ningún contacto.
Entonces y ella cuando llega a Villa, lo que hace es involucrarse directamente en la organización vecinal de una manera increíble, porque además ella tenía una ventaja frente a casi todas las mujeres.
Mi madre había ido a la escuela, sabía leer y escribir, y casi todas las vecinas, ¿no?, eran iletradas, sobre todo las mujeres.
Entonces, el primer comedor popular de mi barrio, del barrio donde yo crecí, mi mamá estaba ahí en la junta directiva, hacía las actas.
Luego cuando se hace el tópico de salud, mi madre fue promotora de salud en la casa nuestra, en nuestra choza, estaba el botiquín comunal.
Me acuerdo que era así, blanquito, rectangulito.
Y ahí teníamos en las mañanas, mi madre cuando se iba tempranito a trabajar y pasaba por las casas de los enfermos de tuberculosis y les daba las pastillas.
Luego me enseñó a mí y a mis hermanos cómo se les tenía que dar, porque iba a las capacitaciones.
Yo me acuerdo, antes de ir al colegio, pasar por la casa y me decía tienes que ver que la tomes.
Eran unas pastillas blancas, así grandes.
Yo tenía que ver que tome la pastilla de tuberculosis, y así, ¿no?
Entonces, cuando me acuerdo de cuando hubo un incendio cerca de mi casa y había niños quemados, los trajeron a la casa.
Y así, cuando había una situación como era la promotora de salud, los traían a la casa.
Entonces, yo he crecido con eso.
Y mi madre trabajaba, trabajo en todo, o sea, en todo lo que había.
Y luego los fines de semana o a las noches, estaba en las asambleas, porque era parte de la junta directiva, porque además de ser letrada, porque además tenía otra característica, era honesta.
O sea, todos le confiaban a ella lo que sea.
Y a veces mi mamá ya no quería meterse porque no podía asumir tanto.
Y le pedían por favor, Juanita, por favor, vecina Toguchi porque no tocaba un sol, porque a pesar de que porque siempre faltaba, de hecho, y cosas por el estilo.
Entonces, claro, uno va creciendo con eso, va creciendo con eso.

Tamia
¿Y esto de que le ayudaron a armar la casa, eso era lo común?

Ana Sofía

Sí, era lo común.
Luego también, para construir las primeras paredes, una vecina le prestó ladrillos.
Ella había comprado ladrillos también, me acuerdo esas como más que anécdotas, como finalmente se quedan como emblemas que simbolizan como ciertos valores.
Una vecina que no le alcanzaba ladrillos de mi mamá, y estaban haciendo la construcción, y la vecina la prestó y mi mamá le pagó cada ladrillo, lo compraba por unidad.
Cada vez que tenía algo de plata, le hacía mi hermano ir a comprar ladrillos, porque los vendían por unidad, por dos, por tres.
Entonces compraba hasta y se los daba, y se los daba la vecina porque tenía le decía no te preocupes, ella tenía que devolver cada ladrillo, cosas por el estilo.
Entonces y así fue la digamos, la infancia, digamos.
¿Nosotros éramos los Toguchis hermanitos, los tres hermanitos, los más pequeños, ¿no?
Bueno, teníamos a mi hermano que tenía síndrome Down, que estaba en casa, y los dos mayores.
El primer compromiso, en realidad cuatro íbamos a la escuela juntos.
Y éramos los Toguchis que éramos los inteligentes, los que sacábamos el diploma, los concursos en matemática.

 

Tamia
Y la presencia de los… bueno, del papá de los mayores era el que ayudaba?

Ana Sofía

O sea, de vez en cuando, ya cuando llegaba a Villa, venía menos.
Cuando llegamos a Villa, venía menos.
Pero recuerdo a mi hermana muchas veces decir “me voy a la casa de mi papá”, o “mi papá me va a recoger”.
Cosas por el estilo, ¿no?

 

Tamia
¿Y de tu papá?

Ana Sofía

¿Mi papá?
No, ya no supimos nada.

 

Tamia
¿Nunca llega a Villa?

Ana Sofía

Ya no, sí.
Desde que llegamos a Villa, nunca más lo volvimos a ver.

 

Tamia
¿Y para ti fue…?, tú tenías miedo, dices, cuando vino…

 

Ana Sofía
Sí, en realidad para nosotros fue un alivio.
Yo lo que recuerdo es haberme sentido aliviada porque cada vez que llegaba a la casa de ya sea de Miraflores, que más pequeño, de San Martín, que recuerda un poco más, yo me aterraba.
En Miraflores también me aterraba todo.
Nos revisaba las manos, fíjate, venía y teníamos que pasar para ver que nuestras manos estén limpias.
Esa es la imagen que tengo.
La imagen que tengo es meternos debajo de la frazada y hacernos los dormidos.

 

Tamia
Pero porque era abusivo.
Era abusivo con mi mamá.
No recuerdo yo que nos haya tocado.
Pero no… era un hombre…
Era un hombre…
Nos inspiraba miedo.
O sea, imagínate que tengas estés temblando porque de tener la mano sucia y así, ¿no?
Y siendo chiquitos, estamos hablando de niños de cinco o seis años, cosas por el estilo.

 

Tamia
Es como esas escenas que dices, hay escenas de tu mamá comprando ladrillos y hay escenas de tú teniendo miedo a…

 

Ana Sofía
Mostrar las manos sucias… de mi mamá…
Claro…
Y las escenas de cuando sí se ponía abusivo con mi mamá, que sí es así.
Recuerdo varias de esas escenas.
Y mi hermana la mayor era la que más… porque era más… con mi hermana la mayor hay una diferencia como de seis años.
Entonces claro, si nosotros teníamos yo tenía cinco o seis, ella tenía 12, 13.
Entonces digamos que ella era la que la que defendía bastante más.
Igual chiquita, pero ella asumió bastante.
Asumió, asumió mucho un lado de cuidado de toda la familia y de mi propia mamá.
Ella era la de carácter fuerte.
Y mamá siempre ha sido de su carácter blando.

 

Tamia
Entonces ya están acá regresamos a cuando ya no está el papá bueno, que siempre fue ausente, pero ya desaparece más o menos del panorama. ¿Y cómo era tu vida como así, de barrio?

Ana Sofía

Una niña era feliz, era así, una tropa en el barrio, en la arena, jugando.
No había luz todavía acá.
Entonces yo recuerdo, y se lo cuento siempre a mi hija y a los chicos de acá, es que era barrio, era comunidad, era las vecinas afuera sacándose piojos o tejiendo, cuidando a los hijos que son de todos.
Mi mamá trabajaba, había vecinas que no trabajaban porque sus maridos trabajaban.
Mi mamá trabajaba y muchas veces llegaba muy tarde porque mi mamá pues tenía que salir a las cuatro o 5:00 a.m.
caminar 2 h para tomar el primer carro para ir a trabajar hasta la entrada, donde ahorita es el Parque Nacional Huayna Capa, que era la Panamericana Sur.
Tenía que caminar hasta casi allá, entonces llegaba muy noche.
Entonces muchas veces las vecinas invitándonos un plato de sopa o simplemente diciendo ya, ya, pasen, pasen ya.
Asumiendo.
Pero, o sea, jugar hasta todos los juegos, “Lingo”, todos los juegos, o sea, “mata gente”.
Todos hasta tarde.

 

Tamia
Y no sintieron alguna pegada entre haber vivido, bueno, han vivido en Miraflores, luego en San Martín, pero es como que han vivido por distintos paisajes y llegan acá y es distinto.

Ana Sofía

Acá nos hemos sentido más libres.
Totalmente, totalmente.
Súper libres.
Porque es que aquí no había la frontera entre la casa y la calle.
Todo era barrio, todo era tu casa, tu comunidad.
O sea, tanto así que de casa a casa nos hablábamos en la noche porque la estera era así, cosas así.
O nos tirábamos cosas cuando nos necesitábamos porque no había techo.
Siempre una parte de la casa no había techo.
Entonces nos sentíamos bien.
Y claro, yo empecé a trabajar a los ocho años, ocho o nueve años.
Mi mamá trabajaba en una mamá tuvo varios trabajos.
Trabajó en una panadería aquí en Villa la Panadería.
Trabajó en una fábrica clandestina de crayolas y plastilinas.
Y en la casa del señor que traía las fábricas, porque era una casa que no parecía nada.
Y entrabas y habían 20 mujeres haciendo cosas así.
Obviamente sin beneficios sociales y todo al destajo.
Mi mamá trabajó ahí varios años y el señor tenía su esposa y su hijita.
Y yo le cuidaba a la hijita.
Era una bebita chiquita, cuando yo tenía más o menos ocho o nueve años.
Porque siempre soy bien responsable.
Entonces: “ay, yo quiero que tu hijita me cuide a mi pochita”.
Entonces yo iba en las tardes y jugaba, en realidad estaba un rato con ellas, hacía la siesta, yo hacía las tareas.
Luego trabajé muchos años en esa fábrica.
Trabajé cuidando niños de una la hija de una profesora y así, ¿no?
Trabajé en un montón de cosas.
Mi hermano también trabajó.
Todos hemos trabajado de niños.
O sea, yo desde que empecé a trabajar no he parado.
Desde los ocho o nueve años no he parado.

 

Tamia
¿Y así todos tus hermanos son..?

Ana Sofía

Sí, mis hermanos también.
En la fábrica trabajamos, digamos, más porque da el destajo.
Y entonces era la escuela y el trabajo.
Por eso yo toda la secundaria lo hice en el turno tarde, porque yo había trabajado en una cosa u otra.
Y además porque era una manera de organizarnos con entonces me acuerdo mucho que los más pequeños iban el turno mañana, entonces había que hacer cosas en la casa y mi hermano y yo entre las casas.
A veces cuando te tocaba en el comedor, había pues un tenías que cocinar un día, entonces ese día iba yo, iba mi hermana y pelábamos papas con las vecinas.
El comedor popular, popular.
O sea, toda la vida, toda la vida.
El menú, si el almuerzo desde que tengo y ese comedor, fíjate, sigue existiendo.
Y las señoras de ese comedor, varias siguen siendo las mismas hasta ahora.

 

Tamia
Y dices que tu mamá fue una de las que…

 

Ana Sofía
… Fundó al comedor entonces… entonces la vida transcurría en… en eso, entre el colegio, trabajar, la casa, jugar en las noches.
No lo sentíamos pesado.
Sí, sí, sí hemos sentido la carencia.
O sea, si no teníamos zapatos, si el uniforme que le compraba su papá, mi hermana lo usé yo y lo usó mi hermana menor y lo mismo con mi otro hermano.
Pero creo que cuando hay sentido de comunidad, o sea, lo material, o sea, sí hemos sentido hambre en algún momento, creo eso.
Sí, y te hace valorar más.
¿Pero después ver también a tu mamá tan activa haciendo cosas y que todas las vecinas las reconozcan vecina, Toguchi, esto ya no.

 

Tamia
Se sentían ustedes también reconocidos?

Ana Sofía

Claro.

 

Tamia
¿Y ahí ya estamos más o menos en los 80, cómo era así el ambiente político? Bueno, tú eras una niña, pero ya había este sentido de comunidad, que ya también es una forma de hacer política…

 

Ana Sofía
Claro.
En realidad, quien también nos inculca a participar en espacios de formación, de organización y todo eso, fue mi propia madre.
Mi mamá tenía siempre decía que la gente tiene que participar en cosas.
Entonces mi mamá también nos metió para formarnos, para hacer la primera comunión, el bautizo.
No estábamos mis hermanos, nosotros los del segundo compromiso no estábamos ninguno bautizado.
Entonces alguien le pasó la voz que iba a ver primera comunión, bautizo y nos inscribió.
Y mi mamá fue ahí también.
Me acuerdo que esa época se tenía hasta ahora tienen que ser parejas guías, tienen que ser las que participan, lean la biblia.
Mi mamá no tenía pareja, pero igual fue y la llamaban para hacer esas reuniones.
Mi mamá no era muy sacra, no era de rezar, de hecho no recuerdo haber rezado en la noche, pero el espacio de lectura y de estar con otras señoras y con otras personas hablando era bueno.
Y mientras estaban los padres guías o ellos hablando, nosotros estábamos en los espacios leyendo, ¿no?
La biblia, leyendo la cate… haciendo la catequesis con todo el enfoque de la teología y la liberación.
De hecho, el lugar donde me formó para hacer todo eso, ese era el local juvenil Oscar Romero.
Y entonces esa fue mi escuela.
Y estamos hablando de que yo tenía 12, 13 años más o menos, cuando me meto a 11, 12, cuando me meto a hacer la primera comunión.
Luego terminé la primera comunión.
Y yo… porque… “¿tú quieres quedarte?”
Y entonces me quedé como animadora de catequesis.
O sea, así como el que me enseñó a la catequesis cada semana.
Yo fui animadora durante dos veces, o sea, fue cuatro años y luego fue de confirmación.
Entonces el local juvenil Oscar Romero era mi segunda casa.
Yo estaba trabajando, porque estudiaba, trabajaba y los fines de semana, las noches, estaba en el local Oscar Romero, en la parroquia y en todas las actividades que se hacían.

 

Tamia
¿Y qué actividades se hacían, además de enseñar?

Ana Sofía

Un montón.
Hacíamos la semana juvenil con talleres, con conversatorios, hacíamos organizábamos campamentos a la playa, hacíamos retiros, que no eran los retiros para rezar, eran retiros para hablar sobre temas bien políticos.
O sea, yo creo que ahora la iglesia está totalmente por otro lado.
Era Teología de la Liberación.
Era hacer la misa con guitarra y con cajón, y cantar y bailar.
Había talleres, me acuerdo que había… había una biblioteca, había talleres de música latinoamericana, un montón de actividades.
Estaba súper metida en eso.
Y era un buen espacio de formación.
Mucho sobre análisis de la realidad, sentido crítico, debate, mucho debate.
Era una escuela de formación política.
Y esa ha sido la escuela de formación política de toda la gente.
Los ámbitos urbanos en los años 50, 60, 70,80, ha sido la Iglesia, pero desde la Teología de la Liberación.

 

Tamia
Y estás ahí hasta más o menos quédate en ese tipo de actividades.
Yo tenía doce… 11, 12, 13, 14, 15… hasta como los 18, 19.
Pero me acuerdo que estábamos un verano caminando por mi grupo residencial, grupo tres, y yo tenía y yo tenía 14 años.
Y estábamos con mi hermano, mi hermana y mi mamá.
Y mi mamá ve un afiche, o no me acuerdo cómo vimos el afiche en el local comunal, y era un afiche de esos de papel bulky, esos antiguos, con mimeógrafo, que decía” taller de teatro en la CUAVES”, que es la comunidad urbana autogestionaria, el local donde se hacían las grandes asambleas.
Entonces mi mamá dijo “métanse”, mi mamá nos animó, o sea, ella quería que hagamos cosas, no tenía dinero para que tengamos esa vida extracurricular.
O sea, la escuela era… solo la escuela.
Y nos animó y dijimos vamos.
Y fuimos cuatro hermanos.
Los cuatro.
Yo tendría ahí 14, o sea, mi hermano tendría 13, mi hermana la menor 11 y mi hermano el mayor, él era mayor que yo como por cinco años.
Pero él siempre era así, pequeño…
No pequeño, más frágil.
Él vive en Japón ahora.
Cuando vamos a la CUAVES, había un montón de gente, y quienes dictaban el taller de teatro eran los Yuyachkani, y estaban todos ahí.
Ana Débora, Miguel Rubio, todos, todos.
Rebeca Rally, todos estaban.
Y era un proyecto que ellos sacaron con una ONG, creo, no me equivoco ahorita el nombre, ¿no?
CIDIA…?
Y entonces nos enseñaron teatro, pues, y me encantó.
Y yo seguía yendo a la parroquia, obviamente yendo a la parroquia.
Eso era un taller de un verano.
Hicimos un pasacalle que nos llevaron al centro de Lima.
Y después hubo algunos que nos quedamos e hicieron el taller una vez a la semana, todo el año.
Y nosotros estuvimos, yo estuve todo el año.
Después de un tiempo ya mi hermano salió, mi hermana se metió más a la danza folclórica, le gustaba mucho.
Mi otro hermano también salió y yo me quedé.
Me fui al Centro de Comunicación Popular.
Allí conocí gente que participaba en el taller de teatro del Centro de Comunicación Popular ÿ.
Cumplí 15 años allí.
Me acuerdo que con los amigos del teatro en la playa, así me acuerdo, escuchando música del John Lennon.
Y en el taller Centro de Comunicación Popular me invitaron a participar de un grupo que hacía danza moderna, que lo había dictado no me acuerdo quién, unos pocos años antes.
Ay, se me va el nombre.
No me acuerdo quién… me voy a acordar.
Un taller de danza contemporánea en Villa el Salvador.
Y este ya no vinculado a Yuyachkani, ¿no?
Era como porque el Centro de Comunicación Popular tenía su propia… tenía varios talleres, tenía la biblioteca, tenía talleres de radio, de televisión, de danza.
Tenía muchas actividades.
Era muy efervescente.
Entonces, yo llego a ese taller cuando ya tenía 15 años, más o menos.
O sea, estamos hablando que en el 90 llegó ese más o menos entre 89 y 90 ya.
O sea, estoy como ya en la CUAVES aquí.
Como había gente de Centro de Comunicación, me llevan ahí, había conciertos, y mis primeros conciertos estuve allí, que fuera la sala César Vallejo, que ahora es una sala para eventos como matrimonio, esas cosas.
Y antes era una sala, había conciertos y también había así con música de Silvio Rodríguez, toda esa onda.

 

Tamia
Y entonces tú bailabas.

Ana Sofía

Yo me metí al taller y me encantaba, me encantaba, pues, una chiquilla de 15 años moviéndose así, ¿no?
Ponían música y tú movías y entonces.
Me encantaba teatro, danza y los conciertos.

 

Tamia
¿Ibas a escuchar?

Ana Sofía

Sí, iba a escuchar.
Y o sea, participaba en todo lo que podía, la verdad.

 

Tamia
¿Y todo era así más cultural?

Ana Sofía

Todo era muy cultural.
En mi colegio, porque todavía estaba en el colegio, participaba en la biblioteca.
Me acuerdo que se formó una primera la primera vez que llegó, que se abre la biblioteca, se abre como el club de la biblioteca.
Yo fui la primera que me metí.
Y me encantaba porque en mi casa habían poquitos libros y los poquitos me los había devorado.
Y cada vez que podía leía, leía.
Entonces estaba muy involucrada.

 

 

Tamia
Y así como me cuentas que tu mamá es un referente fuerte para ti, en valores, como una imagen ejemplar… más o menos para cualquiera, creo.  ¿Había otras mujeres que fueron para ti… que marcaron lo que significa ser mujer en tu identidad?

 

Ana Sofía
Creo que en todo ese tiempo fue principalmente mi madre.
Y es decir, ya luego me es difícil, o sea, yo te puedo decir, no sé, la vecina Rosa, porque la vecina Rosa era muy tal, tal, o la vecina Petronila, o sea, eran mujeres alrededor de.
O por ejemplo, la Chelita, que era la obstetriz del tópico de salud, que era que era amiga de mi mamá y a veces la ayudaba.
Tú veías que era una profesional que daba más allá de su profesión, porque ella sí era una profesional, de hecho no vivía en Villa el Salvador.
O sea, te puedo como nombrar.
O de repente alguien de lo Carlota Romero, que era una mujer vinculada a la parroquia, a la iglesia, no era monja, pero sí estaba.
Y alguien, por ejemplo, de ahí, no me acuerdo ahorita su nombre, pero puedo tener así.
Y gente así, ¿no?
Con distintas cualidades, con cualidades que yo escuchaba y te decían cosas que a mí me quedaban, me marcaban así, o con las que yo me vinculaba.
Y claro, creo que en todas las que yo, en todas estas mujeres, lo que yo veía era mucha fuerza, mucha autonomía y mucho compromiso.
Eso.

 

Tamia
Y tú, bueno, hemos pasado ya por los 80, me dijiste que ya estábamos como por los 90, cuando empiezan los talleres de danza y está… claro, estoy haciendo… Pero en los 80 ya era una época fuerte de presencia…

 

Ana Sofía

Pero acá en Villa no se sintió, no era tanto…
O será que yo era también niña.
Claro, no, acá quizás ya después del 80 y pico, 85 hacia adelante, sí recuerdo, o lo recuerdo con bastante, con la inocencia de un niño, porque los apagones no eran algo que tenía mucho significado, porque nosotros de hecho vivíamos casi sin luz.
O sea, yo recuerdo que la electricidad llegó, cuando nosotros llegamos a vía, no había luz, y la electricidad llegó algunos años después, no muchos igual, pero nosotros vivíamos en la zona que en esa época se llamaba Ampliación la invasión, porque así se iba aumentando.
Y los primeros años o meses quizás, o años, la luz llegaba a partir de las 6:00 p.m.
entonces tú esperabas a las 6:00 p.m.
para ver el Chavo del Ocho.
Y me acuerdo mucho que mi mamá, mi casa era la única casa que en ese tiempo, cuando recién llegó la luz, tenía un televisor.
Claro, porque mi mamá ya venía de otra, de otros lugares donde pero aquí la mayoría de la gente eran primeros migrantes, entonces al ser primeros migrantes, no portaban un televisor como parte de y entonces mi casa en realidad era como pues era una choza donde todos los niños se juntaban allí para ver el Chavo a las 6:00 p.m.

Que está todo bien casi.
Pero sí recuerdo jugar de niña adolescente púber y recuerdo claramente las luces en el lomo corvina, claramente recuerdo también las ráfagas, el sonido y recuerdo ese silencio y esa mirada de nuestras mamás como pasa, pasa, pasa.
Nada más al comienzo, pero después también recuerdo cierta cotidianidad en eso.
O sea, era algo que pasaba, pasaba, pasaba.
Y tú de niño o niña, pues no parabas tu vida, porque eso pasa, eso… eso más bien lo incorporabas a tu cotidiano.
Sí.

 

Tamia
¿Y qué sentías tú cuando había estado mirada o estas preguntas?

Ana Sofía

Al comienzo, o sea, creo que todos los niños de esa época sabíamos que era algo malo, pasaba.
Después de un tiempo, sí ya era evidente, porque ya comenzaron a hablar vecinas que se han llevado a tal, que han entrado a la casa de tal y yo recuerdo que yo estaba en los […] y habríamos tenido como intervenciones, entonces yo tendría pues tres, 14,15 o que en algún momento las monjitas, no eran monjitas de hábito, digamos, nuestras referentes, nuestras monitoras también nos decían “tengan cuidado, tengan cuidado, por favor, si alguien les pregunta”.
O sea, recuerdo eso.
Recuerdo también cuando fuimos a para eso ya tenía 15, fuimos a una con Yuyachkani, estábamos en un taller de teatro y fuimos a una presentación en Lima.
Y yuyachkani también nos decían “no hablen con nadie, no hablen con nadie, si alguien se les acerca nos avisan, cosas como esas”, ¿no?
Luego, más adelante, yo tenía una amiga que sí, en el taller de teatro, que luego me contaron que se fue con el MRTA, por ejemplo.
Cosas como esas situaciones.
O sea, gente que tú conocías que se había vinculado o alguien de la Federación de mujeres que yo conocía porque mi mamá iba a las asambleas porque la conocía de mi mamá, ¿no?
Que la señora tal se ha ido no sé a dónde o no se ha escondido, o sea, eso sí.
Y además yo conocí a esas señoras porque muchas veces al comedor yo participaba a los eventos, iba con mi mamá, a veces mi mamá no podía, iba yo, porque había que firmar, había que pasar asistencia en una asamblea, entonces iba yo, ¿no?
Mi hermana era más pequeña, no podía tanto.
Y mi hermana la mayor era la que más se hacía cargo de la casa, entonces iba yo muchas veces.
Entonces creo que en esa época yo no medía la magnitud del mal, tenía como observaba un ambiente como de… de angustia, así como que un aire que se queda contenido, como que mejor no digas nada, mejor ahí y ya está.
Una seguía con la vida.

 

Tamia
Y en retrospectiva, ¿qué piensas acerca de ese cotidiano?
Que creo que en realidad cuando sí se nos puso todo esto aquí encima fue cuando… cuando comenzaron a estallar los coche bombas.
Coche bomba en la comisaría, por ejemplo.
Yo estaba trabajando en la fábrica esta, estaba en la secundaria y me acuerdo que escuchamos la detonación, porque bueno, pues yo estaba en la avenida Mariátegui y para la Vallejo no había, bueno, si era más o menos, pero pues no había el ruido que existía hoy.
Entonces se escuchó la donación.
Yo no fui ese día, y al día siguiente fui y vi, por ejemplo, el techo del centro de comunicación destruido todo.
Gente que yo conocía que había resultado lastimada, la explosión había sido en la comisaría.
Y de hecho murió el comisario.
Murió el comisario y eso fue ¿no?
Luego este… atentados, atentados ya directos a Michel Azcueta, alguna otra gente.
Y ya como hito marcado pues en la historia mía y de mucha gente, envía pues el asesinato a María Elena Moyano.

 

Tamia
¿Tú cuando está ese asesinato, que sientes cómo… qué edad tenías más o menos?

Ana Sofía

16 claro, fue en 1992, fue todavía… nací en el 75.
Claro, como fue en febrero, yo tenía 16.

 

Tamia
¿Pero entonces tú seguías estando en todas estas actividades?

Ana Sofía

Yo estaba en toda esa movida, participaba en un montón de reuniones, eventos, también.

En reuniones de organización, no solamente culturales, sino también de… o sea

 

Tamia

¿Cómo así te conoces o tienes como referencia a María Elena en ese momento?

Ana Sofía

No, María Elena la tengo como referencia por mi mamá en las marchas de los comedores, en las asambleas de la Federación de Mujeres.
Claro, como los comedores eran parte de entonces había que ir, habían las delegadas que iban o algo.
Yo habré participado en alguna que otra chiquilla y habría asistido a alguna marcha.

Mi mamá no participaba de ningún grupo político.
Mi mamá no, mi mamá no participaba.
Era básicamente lo que participaba era de la dinámica de la organización social de los comedores.
Pero también estuvo en la directiva del grupo residencial, también fue muchos años promotora de salud, también fue de la catequesis y de la parroquia.
Entonces estuvo como así, ¿no?
Como otra forma de hacer políticas religiosas.
Sí, siempre.
Y lo que lo que las fuerzas le daban también, porque fueron los años donde más o menos mi madre también comienza a enfermar.
Comienza a enfermar porque mi madre tenía hipertensión heredada por su madre, murió de eso, una hermana, toda su familia.
Y entonces ella tuvo muchos embarazos sin cuidado, nunca tomó la medicación.
Y en un momento cuando ya sus hijos crecieron y estuvo más tranquila de haberlos dejado.
Cuando su cuerpo no le da más, cae.
Y le llevamos el médico y nos dicen de que pues tiene los riñones que le funcionan a nada, 20, 30 % y que necesita diálisis.
Pero nosotros estamos ya más crecidos.
Más adelante sí, y eso entonces, cuando matan a María Elena, primero, cuando hacen el atentado a la comisaría, en ese momento Arturo Mejía, que era parte del taller teatro del Centro de Comunicación, que es mi pareja ahora, me busca para ir juntos al Centro de Comunicación, porque él era parte del taller de teatro del Centro de Comunicación.
Y él nos había dirigido una obra de danza contemporánea unos meses antes, que habíamos presentado en la parroquia y en lugares así, en el mismo Centro de Comunicación.
Y vemos si era desolador, o sea, escombros, o sea, caminar, levantar, coger piedras para para el escombros, explosión.
Y ya comenzamos a vivir situaciones así.
Ya comienzan también a haber muchos militares por la zona, ya… ya no hay que juntarse, ya no hay que salir de noche, ya cosas con… mi mamá también me dice.
Y todo lo que hacía, este ya no se hacía, se hacía menos.
Se hacía mucho menos.
No había que salir muy tarde.
Bueno, en realidad sí lo hacíamos, solamente que un poquito menos, pero sí lo hacíamos con temor, creo.
Pero había mucha, sabes, mucho, mucho idealismo, mucho compromiso.
Y luego, cuando matan a María Elena Moyano, que fue en el verano del 92, yo recuerdo que fue la primera vez que vi llorar a mi mamá.
Y yo no la había visto llorar ni siquiera por la muerte de mi hermano, el que murió de cáncer, ¿no?
Era como que respiraba y seguía porque había que seguir.
Y ella lloró.
Y yo supe que cuando ella lloró, lo que estaba llorando por lo que María Elena representaba, porque después lo que representaba era eso, que las mujeres aún solas y aún en las peores condiciones podían, y le estaban quitando ese referente que la sostenía.
Pero lloró en silencio.
Era así como yo la vi, parada, llorando y siguiendo.
Y después esa noche vienen Arturo [su actual pareja, padre de sus hijxs] y Ramiro, que es otro compañero con el cual compartíamos cosas, o viene solo Arturo.
Y nos encontramos luego con Ramiro, algo así, y otro compañero más.
Y acompañamos el féretro en ese mar de gente hacia la avenida César Vallejo, la ruta E, donde queda el cementerio.
Y en algún momento nos hemos como detenido y como muy exhaustos, ¿no?
Porque veíamos a mucha gente llorar.
Arturo sí conoció a María Elena.
De hecho hizo teatro con María Elena.
De hecho eran vecinas, porque Arturo vive en el 24 y María Elena vivía en el 18.
Y María Elena fue animadora de PONOEI de allí.
Allí empezó su… siendo animadora del “prono”.
Y de ahí en el grupo 18, ahí comenzó su vida de organización y de animadora del “prono”, y pasaba tal a tal.

 

Tamia
¿Entonces se conocían por el barrio?

Ana Sofía

Arturo sí la conoció más.
Y claro, Arturo estaba muy devastado.
Y nosotros con Arturo, con Ramiro y con otra gente, pasamos un montón de tiempo juntos.
O sea, hacíamos teatro, hablábamos, íbamos a las reuniones, leíamos juntos, escuchábamos música de Silvio.
O sea, era la época de creer en… que la revolución está a la vuelta de la esquina, de los sueños, de las utopías, y plaf.
Todo se te cae.
Uno se siente como agotado.
Y creo que en ese momento, después de ese agotamiento, de ese cómo… se nos vino más bien este otro, una energía que te viene después como una rabia.
Y está como una rabia que no que no es posible, que todo lo que han construido nuestros padres con tanto esfuerzo, no pueden tirarlo a la mierda, o sea, con sus con sus bombas, con sus balas.
Entonces hay que hacer algo.
Y si yo recuerdo, o sea, yo lo miro desde en un momento lo miré muchos años después, y dije pues éramos muy tontos, éramos suicidas, porque realmente la situación era bien difícil.
Pero nosotros nos juntamos, y creo que algo que nos dio cierta licencia y cierta protección fue el hecho de que dejamos de hablar con el mismo discurso de lo que hablaban los dirigentes, la de la izquierda, los partidos políticos, y empezamos a hacer clown, zancos, a jugar, nos pintamos las caras, tocamos un tambor y salimos.

 

Tamia
Esa rabia la usaron para claro, para eso.
No sabíamos.
Ahí funcionó mucho la intuición de mis compañeros, que eran creo que en ese sentido, como más bueno, no, no la intuición, sino como la mirada.
Yo creo que lo que tenía muy fuerte era como el compromiso social.
Era como porque venía de la teología de la liberación, de que Jesús no está en la cruz y no es tu hermano que te necesita, de que la pobreza no es aquello que te va a llevar al paraíso.
Son mentiras que nos han puesto de que hay que transformar la sociedad y las injusticias, y no aceptarlas, porque así te lo dice un libro.
Entonces yo me metí con zapatos.
O sea, nos íbamos recuerdo que yo trabajaba en las mañanas, estudiaba en las tardes, en las noches nos reuníamos, ensayábamos, creábamos.
Primero en el local, en un local del grupo 19, del sector tres.
Luego en una en un colegio privado de un amigo que tenía allí como un espacio chiquitito.
Luego en el museo zoológico, al costado del parque zonal, que Michel Azcueta hizo como un proyecto de museo.
Entonces Arturo fue a pedirle si podíamos ensayar ahí, y nos juntaba los fines de semana hacíamos pasacalles y festivales en los grupos.
Nos llamaban los dirigentes, que ya después poco a poco estaban como reactivos, tratando de que la gente recupere la confianza, pierda el miedo.

 

Tamia
¿Y qué es lo que hacían? ¿Tenían algún tipo de mensaje?

Ana Sofía

Hacíamos un festival que luego le llamamos el festival de la escuela rodante.
Empezamos con un pasacalle, tambor, zancos, clown, jugar con los niños, hacer una ronda, el tren.
Una vez que estaban todos en el centro del parque central, porque caminábamos por todo el parque vecina, vecino, así con un silbato te voy a pasar un video.
Convocábamos y hacíamos un círculo y jugábamos.
Y poco a poco comenzamos a llevar cositas de las casas, papel, arrancamos las hojas de los cuernos usados.
Yo llevaba las crayolas de la fábrica, esas que estaban partidas, de la fábrica donde trabajaban mis compañeros.
Llevaban cosas, conseguíamos por aquí, por allá y pintábamos con los niños, nos inventábamos historias.
Ahora vamos a hablar de tal.
Después nos contactó una amiga que decía que vamos a hablar sobre los derechos del niño.
Ah, los derechos.
¿Qué son los derechos?
Bueno, vamos a aprender sobre los derechos.
Y así pum, pum, pum.
Ah, sobre temas diferentes.
En realidad era juntarnos y hacíamos pequeñas obritas de clown con pequeñas historias y los niños reían.
Y las historias fueron haciéndose más grandes.
Entonces ya eran como obras.
Hay que contar la historia mejor.
Las obras.

 

Tamia
¿Y qué tipo de historias contaban?

Ana Sofía

Hemos contado primero eran la primera obra que hicimos se llamó La carreta de los sueños y es nuestra historia.
La estrenamos en el año 1994.
Ustedes empezaron esto cuando dices en 1992.
En marzo de 1992 estábamos haciendo nuestro primer festival, el asesinato.
En febrero.
En marzo ya estábamos haciendo nuestro primer festival.
Pero habíamos tenido sendas reuniones en las noches con la velita a hablar sobre estos temas.

Y salieron y fueron armando estas historias…

Y se llamaba la carreta la obra se llamó La carreta de los sueños y es nuestra historia.
Es la historia de tres artistas ambulantes, payasos ambulantes, que recorren… atemporal y, ¿no?, sin lugar… que recorren lugares hasta que un punto donde nadie los viene a ver.
Y entonces dicen “ah, entonces vamos a convertirnos en empresarios”.
Y se pelean.
Uno dice que hay que convertirse en empresario, hay que pensar en el… en los libros contables y cosas, porque era lo que se decía en ese momento, ya estaba Fujimori, “hay que vender, hay que vender” y todo eso.
Y era el mensaje que recibíamos.
Y luego vienen los policías, se llevan a uno, se dividen los tres y luego cuando uno se lo llevan, dos se juntan y comienzan su búsqueda por las cárceles, pero este es payaso, este payaso callejero es torturado y es asesinado.
Pero no es una historia, no es un drama, es una es una metáfora en realidad, porque la pueden ver los niños y se ríen, de hecho…

Y entonces se vuelven a juntar, van a buscarlo, se enfrentan a la muerte, al torturador, pero le hizo…

Una obra muy política desde esos tiempos y al final simplemente deciden que tienen que seguir con la carreta, porque tenían una carreta que… que… la idea es que primero era la carreta de los artistas y luego la querían quería convertirla en una carreta de emoliente, entonces quiere hacer una súper carreta y ser un gran empresario, lo hace y entonces siguen siendo artistas emolienteros y recorriendo, y dicen “bueno, ahora vamos a ir a buscar otro lugar, otra calle, la calle de los sueños, de la esperanza”.
Y esa fue la primera obra que hicimos en el 94.
Y en el 94 nos vamos a Ayacucho y nos vamos a Ayacucho a querer presentar a la Universidad de Huamanga, pues nos sabotean y salimos volando, salimos embalados porque… porque claro, una cosa es decir ya se capturó a Abimael Guzmán, pero eso no fue de inmediato, la muerte realmente de todo un movimiento que tenía un pensamiento muy anclado en eso.
Entonces estábamos, éramos ilusos realmente.
Fuimos en el 94 Ayacucho y a partir de ese primer viaje decidimos que queríamos viajar cada año y comenzamos a viajar todos los años, cada vez que podíamos.

 

Tamia
¿Pero este sabotaje cómo fue quien lo hizo?

Ana Sofía

Ah, es que nadie fue a vernos porque nuestra obra era totalmente una obra que hablaba sobre las lo estéril que han sido estos discursos, ni de un lado ni de otro, porque eso era obviamente una era… a ver… ¿cómo decirlo?

No sólo era una denuncia esa desaparición.
También era hacia los discursos extremistas, al miedo que está instalado, porque además se dice claramente la obra, hay un personaje, el personaje que es el torturador, que es el militar, pero está la muerte como tal, la muerte que se esconde: Sendero Luminoso que se esconde, que es este cobarde que se agazapa de que te pone la carta o te tira la dinamita y sí, era una denuncia y… pero nosotros seguimos.

 

Tamia
Y decidieron seguir viajando.

Ana Sofía

Decidimos seguir viajando.

 

Tamia
¿No eran pareja en esa época?

Ana Sofía

Arturo después, pocos años después ya.

 

Tamia
¿Cómo fueron esos viajes?

Ana Sofía

Después Arturo tenía un amigo que había militado con él y que trabajaba en Apu rímac [], que en una organización de derechos y que estaba trabajando con víctimas del conflicto, entonces nos recibió y comenzamos ya a a vincularnos con lo que ya en ese momento eran víctimas del conflicto.
Testimonios post conflicto estamos hablando 95-96, 97-98, luego otra compañera de acá de Villa, que trabajaba en esa época en Aprode, nos llevó a Huancavelica.
Luego otro amigo que trabajaba también y así, en ONG, y que entonces ya comenzó y nosotros íbamos, íbamos y ya.

 

Tamia
Eran arena y esteras…

Ana Sofía

Ya éramos arena y esteras, sí.

 

Tamia
¿Se fundaron en qué momento, en ese marzo?

Ana Sofía

Claro.
Ese es nuestra acta de nacimiento, digamos, real.
La formalidad llegó a unos años después.
Y lo primero que hicimos, de hecho, algo bien interesante, es que un amigo de acá, que también militaba en los grupos políticos de izquierda, que había trabajado impulsando el parque industrial, organiza un taller de motivación empresarial en el local Oscar Romero.
Y yo me metí y luego del taller había un taller de primero era de motivación empresarial y luego era de gestión empresarial.
Y el taller tenía un premio, un fondito pequeño.
Estoy hablando del año igual 93, pues, 94.
Esos primeros años.
Y eso también es un hito porque claro, porque María Elena en marzo, en febrero salimos a hacer el festival de la Escuela Rodante, en marzo.
Y ese año estuvimos ahí también haciendo creación de la obra.
En el 94 estrenamos la carreta de los sueños, que es esta obra que te comento.
Y en esos años también, creo que fue en el 93, se hace en el local Oscar Romero el taller de motivación y de gestión empresarial.
Ganamos un fondo y con ese fondo compramos, me acuerdo, un equipo de sonido y unos instrumentos musicales.
Invertimos nuestros primeros para tener para nuestros festivales y para nuestras actividades.
Eso fue en el año 93, 94.
94 viajamos a Ayacucho, después hemos ido a Huancavelica, Apurímac, así, así, claro.
En el año 95 fue el taller de motivación empresarial, fue después.
Y en el 96 para 97 pusimos una tienda.
Fíjate, hacíamos la labor social, con discurso y todo, pero la autogestión era algo importante para nosotros, no queríamos depender.
Ese era algo que era claro.
Y no ganábamos ni un centavo porque todo… yo… todo.. yo seguía trabajando.
Cada quien hacía, estudiaba también.
Y en el año 96 pusimos una tiendita que se llamaba Arlequín.
Alquilamos un localcito cerca del municipio, también con un préstamo.
Y alquilamos VHS, hacíamos fotocopias, compramos una fotocopiadora, hacíamos show infantil, filmaciones, porque nos compramos también una cámara filmadora.
tipo de sonido cámara filmadora con el primer fondo que ganamos.

 

Tamia
Se fueron equipando.

Ana Sofía

Nos fuimos equipando en el 97, la tienda cerró.
Quebramos porque bueno, pues es normal, ya no teníamos para pagar el alquiler.
Pero fue importante como empezamos con mayor convicción a asumir la autonomía, o sea, la no dependencia.
Nunca nacimos con la idea de ser una ONG.
Y en el año 97 ya estábamos en la casa, en el techo de Arturo, de su casa, ensayando.
Ahí ya funcionaba Arena y Esteras, porque ya después de estar itinerantes en varios locales, siempre había algún problema.
El museo minizoológico cerró.
Creo que en el 95.
Ya Michel ya dejó de tener el proyecto, o el siguiente alcalde no lo continuó.
Entonces nos vinimos a la casa de Arturo porque porque era el único de todos los que estábamos en este tiempo en Arenas, que ya éramos más de 20, 30, que era hijo único.
¿Entonces, pues primero en su cocina, al ladito, ¿no?
Teníamos ahí unas cositas en cajas, en la entrada de su casa nos reuníamos, pero después en el techo ocupamos y pusimos una lona de segunda mano que compramos por Tacora, y ahí ensayábamos y ahí teníamos nuestro local.
Y eso fue en el año 97.
Siete estábamos allí.
Y vino un día la mamá de Arturo.
Nos llama, le llama Arturo y Arturo luego me llama Mía, los otros compañeros, los más antiguos.
Y nos dice la vecina María, que está al frente, está ofreciendo su lote en venta, que es donde estamos ahora acá, que bueno, es el de atrás, porque su marido era un hombre muy malo, le pegaba un montón.
Y había metido una mujer, otra mujer a su casa.
Tenía tres hijos, tres varones.
Entonces la señora que estaba cansada, sus hijos eran un poco ya jovencitas, pues no quería, o sea, el hombre era tan miserable que estando ella siendo su esposa, había metido a su amante, digamos, a la casa y tenía miedo de que la voten a ella.
Y lo bueno es que el lote, el título de propiedad está a su nombre.
Entonces nos dice “por favor, quiero irme a mi pueblo en la selva, donde está mi mamá, mi familia, quiero vender mi lote”.
Entonces nos hicimos un préstamo en el banco, y el préstamo salió a mi nombre.
Yo tenía a ver, era… 20, yo tenía 21 años.
Fuimos al Banco de Crédito, pero fuimos primero donde este amigo que nos invitó al taller de motivación y gestión empresarial para que nos para preguntarle cómo era que se hacía eso.
Él nos asesoró y sacamos un préstamo del banco.
Y él este amigo estaba Conocí a alguien que… que trabajaba en una pequeña ONG que se llama Probipo, donde trabajaba Juan Tokeshi, no se conoce.
Era un arquitecto descendiente de japoneses, que cuando me conoció, sorprendió.
Me dijo “Toguchi”, yo lo cuento.
Y se quedó sorprendido, quiso conocer a mi mamá porque él era un Toguchi que había estudiado arquitectura de Ricardo Palma, que vivía en el mundo nikkei y que pues jamás imaginó que en Villa El Salvador iba a encontrar una kazuko Toguchi Higa, que era mi mamá.
Entonces él esta ONG nos hace los planos de la casa y nos asesora.
Y Juan al toque digamos, bosquejó y todo el plano.
Y se construye la primera parte de la casa más o menos ya para el 98,99.
Se construye con este préstamo que sacamos del banco y que pagamos varios años después, un… ratito.

 

[pausa]

 

Tamia
Ahora que hemos vuelto a tú eres descendiente de la ascendencia japonesa.
¿Cómo fue todo este tema de Fujimori y que fuera japonés?
¿Qué imagen tenía para ustedes?
¿Y la familia vio que era una presencia política tan relevante en los 90?

Ana Sofía

Yo recuerdo mucho, sí.
A ver, yo recuerdo la primera vez que postuló, todos recuerdan su comercial en su vida en el tractor.
Mi mamá lo vio con… con ilusión, con alegría y dijo “Ay, qué bien”.
Dijo “honradez, tecnología y trabajo”.
Ella era descendiente además son cosas que.

 

Tamia
Encajan con lo que ella era honrada, tenía conocimientos un poco más y recontra trabajadora.

Ana Sofía

Y me acuerdo que mi mamá se fue a sacar el carnet de cambio 90, tenía el carnet, fue, le pidió a mi hermana que la acompañara a algún lugar de Lima, no me acuerdo, y vino contenta con su carnet de cambio 90.
Y… después de eso, recuerdo un día, yo era ya había vivido todas… todas estas situaciones, había viajado, había estado en Ayacucho, en el Anfasep, había estado y recuerdo que mi mamá estaba en el hospital y estaba internada en el Rebagliati, ya había estado internada varias veces, muy mal.
Y recuerdo haber tenido una discusión en la que yo la verdad me porté mal, salí mal porque mi mamá seguía diciendo que los japoneses son honestos, los japoneses a él le habrán engañado.
Y yo pues le no debí decirlo porque ella estaba mal, la verdad.
Pero yo estaba muy tenía mucha carga de haber estado en todos estos lugares y haber hablado con todas las víctimas, haber hecho todos los procesos.
Ya habíamos hecho la obra.
Claro, porque la obra habíamos hecho la obra de a la vera del camino, que es una obra que habla básicamente sobre el conflicto armado y cómo afecta esto a las mujeres.
Y le hicimos recogiendo testimonios directos de mujeres, hablando con mujeres.
De hecho hablamos con una vecina que ya no la volvimos a ver, que vivía en Villa cuando en esa época también un tiempo al comienzo también apoyamos varios había aquí había un grupo que se llamaba Dignidad humana de la parroquia.
Y ahí trabajaba, bueno, no trabajaba, no era un trabajo, todo era voluntario.
¿Unos amigos que eran de los hermanitos de Foucault, que los hermanitos de Jesús, que es como un grupo que nació en París, laico, que deciden ponerse, ponerse cómo se llama?
Ser el Jesús de los pobres.
Y ellos viajan por el mundo, viven en los lugares más pobres, trabajan con trabajos, o sea, no hacen, no viven de la iglesia, trabajan, tienen una casita, y de hecho tenían la casita acá en el grupo 18, era Jacinto, era francés, otro hermano, no me acuerdo, 1 colombiano.
Y entonces ellos nos llaman porque ellos participaban en este grupo de dignidad humana y estaban apoyando niños en un colegio en el séptimo sector, que es donde hubo mayor desplazados por violencia.

Llegaron muchos desplazados a esa zona del Lomo Corvina, al séptimo sector.
Y nosotros hacíamos talleres con ellos.
Había una profesora amiga nuestra, muy amiga nuestra, que todavía trabajan en Villa, creo que ya se mudó al norte, que les daba clases de refuerzo escolar, porque como eran quechua hablantes, tenían problemas recién llegados de adaptación.
Y nosotros hacíamos talleres y les hacíamos dibujar, les hacíamos jugar, hacer teatro.
Y en sus dibujos y en teatro nos narraban cosas espantosas, o sea, te contaban así si mataron a mi tío, mataron a mi tío, mataron a esto, mataron a esto, o sea, se mencionaban 10, 15 personas muertas de su familia.
Y yo vi que le hicieron esto, yo vi que lo hicieron.
Entonces, claro, yo había estado ya un buen año trabajando con este grupo en el verano y después en el bien, así bastante.
Y luego durante el año, así esporádico, pero estuvimos dos, tres años apoyando ese grupo dignidad humana con los desplazados.
Había estado en todas las pueblas.
Entonces luego mi mamá se resistía a creer, y claro, yo me enfrenté y si no fue bueno para ella, porque ella pues realmente no podía creer eso, porque ella ya venía de un mundo, además ya estaba bastante mayor, mi mamá tenía y eso.
Entonces, este por eso no hablábamos mucho de política, porque en ese sentido teníamos nuestras sendas diferencias.

 

Tamia
Y en ti esa identidad, esa confrontación con tu identidad japonesa y lo que sentías que representaba Fujimori.
No, yo creo que hace poco, bueno, murió este año.
Y yo tengo un amigo que se llama Yutaka Yoshi, de hecho es japonés, que llegó al Perú como periodista, fotógrafo, enviado de Japón y se quedó y ya tiene muchos años.
Y él nos conoció hace años a través del Pisbo, que es el barco de la paz, que es un crucero social japonés, no sé si se escucha, es un crucero social japonés que nace después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki con un mensaje de paz contra la violencia y que recorre el mundo.
Es un crucero, o sea, tiene por un lado la cuestión de una empresa de crucero, pero su fundador lo hizo para un mensaje de paz
Entonces viajan por el mundo, la gente sube a un crucero normal, viaja por el mundo, pero además de conocer los lugares turísticos, tienes la opción de conocer experiencias sociales.
Entonces a través de se vincularon con nosotros de alguna otra manera y Utahka siempre y todos los años nos visitan y entonces durante una o dos días, dependiendo del tiempo que ÿ conoce nuestra experiencia, hacemos intercambio cultural, cultura peruana, cultura japonesa, cosas así.
Entonces, cuando murió Fujimori, él me dice tengo el encargo de hacer un de hacer un pequeño, no sé, pues sí, una nota, una nota sobre este tema para una revista o un periódico japonés.
Me gustaría escuchar que estoy preguntando alguna gente, me gustaría escuchar.
Entonces yo le escribo algo y yo una de las cosas que le escribo es que la muerte de Fujimori desgraciadamente no significa la muerte del fujimorismo como tal, como se ha quedado instalado y que además que está también resguardado por su hija y la forma que tiene de ejercer esa organización criminal.
Pero también y en ese sentido, claro, es duro, es duro porque fujimorismo no es un no es una corriente ideológica, no es un pensamiento político, no es una práctica que esté, digamos, arraigada en alguna reflexión, no, realmente es una, casi casi como tiene una figura doctrinal, o sea, el fujimorista cree en el fujimorismo más allá de toda razón y tiene mucho que ver con… con una época marcada por un lado por el derrumbe de muchas utopías, pero por el otro también por la necesidad de creer en algo.
Somos un país que está urgido por creer y a veces, digamos, se aferra a lo que sea.
Entonces desgraciadamente es un pensamiento doctrinario radical.
Pero creo que lo que sí soy bien clara es que yo no creo que Fujimori por lo menos no me represente en mi sentido de descendiente.
O sea, yo… yo la verdad es que no he vivido mucho el ámbito de la cultura japonesa.
Mi madre cuando llegó acá se, digamos, enraizó tanto a la cultura de acá y aprendió con una humildad y con una flexibilidad.
Cuando nosotros nos enfermamos y mi vecina nos pasaba huevo o decía dale chanca piedra o nos ponían grasa de gallina negra en la panza y mi mamá no tenía eso.
Sin embargo ya decía “ya, ya está bien”, “Juanita, así se va a sanar tu hijita”, “ya”.
Entonces le hacían los mejumes y todo.
Mi mamá aprendía y aprendió a comer, este, la comida de acá, pues todo eso, y cocinó y aprendió. Pero en la casa, este, siempre hubo chaques, el té, siempre hubo, vieron algunas palabras que decía, o sea, siempre conservó en lo más íntimo esos pequeños símbolos.
Cuando alguna vez salía lima y podía comer, no sé, pato asado, cosas por el estilo y eso…

 

Ana Sofía

Yo creo que en general la comunidad japonesa o nikkei, que son finalmente comunidad peruana, no, no debe de sentir que eso representa o menoscaba la esencia de la cultura japonesa en sí mismo.

Creo que no, creo que la cultura japonesa representa mucho más que un rostro de ojos jalados.

 

Tamia

Y acá ya estamos como en tu juventud.

 

Ana Sofía

Sí, ya estamos como los veintitantos.

 

Tamia

¿Y tu vida así como de pareja aparecía o no estaba?

 

Ana Sofía

Sí, sí, yo creo que definitivamente mi relación primero de…

de amistad con Arturo, de admiración, porque creo que yo he aprendido y sigo aprendiendo mucho de él.

Él ha sido mi primer director de teatro, mi primer referente de líder cultural en Arena y Esteras.

Y creo que a partir de ahí lo bonito es que surgió primero la amistad, la complicidad en el trabajo, el compromiso colectivo, los proyectos institucionales juntos.

Y en ese andar de tanto ir y venir es que nace una relación, digamos, de afecto, más de pareja.

Y ha sido bonito en el sentido de que ha habido mucha pasión, mucho apasionamiento por lo que hacemos.

Ha sido complejo porque al comienzo no sabíamos lidiar con las, con los conflictos organizacionales que los llevábamos a la los asumíamos de manera personal y siempre es difícil separarlos, siempre, siempre.

Pero creo que con los años ambos hemos aprendido a tener espacios propios y creo que tenemos claro que hemos construido un proyecto de vida en común que tiene nuestra relación de pareja, nuestros hijos, es decir, una familia, un proyecto cultural y político que es Arena y Esteras y eso en común.

Y que también ambos tenemos nuestras, digamos, intereses personales que creo que nos ha costado ya con los años descubrir, porque creo que ese apasionamiento de los primeros años nos llevó a invertir toda nuestra energía y todo nuestro tiempo Arena y Esteras como proyecto de vida y en un momento nos sentimos cansados y después nos dimos cuenta que era necesario también tener como espacios propios que los vinculamos.

Él por ejemplo, le gusta mucho ahora la agricultura, es un chacarero urbano y entonces él está construyendo un proyecto porque Arena y Esteras en realidad…

sí, legalmente tenemos una estructura, administrativamente también, pero finalmente es la suma de los intereses, compromisos y pasiones de los individuos.

Y conforme las épocas y las personas que han estado en Arena y Esteras se han ido dando más o menos fuerza a ciertas cosas.

Hubo un tiempo donde la música tenía… muy fuerte en Arena y Esteras, luego dejó de tener y bueno, ahora lamentablemente es bastante menos porque el músico, uno de los fundadores, falleció durante la pandemia.

Por ejemplo, el circo ahora tiene mucho peso porque uno de los compañeros, bueno, ya otro compañero que también falleció, la pandemia.

Miguel Noel era apasionado del circo, y luego uno de sus discípulos, o sea, no es que haya sido un gran artista de circo, todos son autodidactas acá, pero uno de sus discípulos, muy jovencito, desde escuela entró acá, cuando terminó la secundaria se fue argentina, estudiar la universidad artes, comenzó en el circo, estudiar artes del Circo ÿ, ha regresado a que es Christopher, que está en la cámara abajo.

Y así cada uno tiene sus propios proyectos.

Janet que está impulsando una escuelita inicial, una pequeñita escuelita, porque ya si bien estudió secretariado técnico acá en un instituto, la educación siempre le gustó, y ahora que tiene una hijita bebé, como que siente que la necesidad de estar en un espacio pedagógico, entonces está impulsando la escuelita.

Y así cada uno.

 

Tamia

¿Y tú también estudiaste?

 

Ana Sofía

Yo estudié educación primaria en el Pedagógico de Villa el Salvador.

No ejercí en aula nunca, pero me sirvió mucho para lo que hago durante muchos años, hasta ahora.

Ahora yo me encargo principalmente de eso, de escribir, sistematizar, documentar escrito algunos libros, algunas cosas de los programas de formación.

Y ya desde hace más o menos como nueve años conocí, me vinculo a un grupo de gente en toda esta línea de la recuperación de los saberes ancestrales, la afirmación cultural y el buen vivir, o los buenos vivires.

Y ha sido para mí un descubrimiento bien, bien placentero y bien refrescante, porque por un lado, nosotros somos conscientes que hacemos teatro en general, teatro comunitario, circo social, artes comunitarias, pero no es que hagamos, no es que lo nuestro sea, digamos, proyectos de gestión cultural que estén dentro de un mercado, o sea, siempre está vinculado a una necesidad que va por encima de eso, y que finalmente el arte se convierte en un vehículo válido, potente, vinculante.

Entonces, cuando empezamos nosotros, era claro que teníamos el discurso de los derechos humanos y las memorias y todo eso, pero hoy en día el discurso de los derechos humanos quedó corto, nos dimos cuenta luego, porque sentíamos que ya no era suficiente.

Y descubrimos con estos temas que… que no podíamos solo pensar en el ser humano como humano, en esa visión antropocéntrica.

Y hoy conocer, escuchar a otras voces, no solamente de intelectuales o de textos, sino también de nuestras propias culturas originarias, como que te hace pensar que sí, pues, finalmente nosotros somos hijos e hijas de migrantes y tenemos que afirmarnos en esta identidad, que es una identidad totalmente variopinta, donde lo intercultural, donde la diversidad es el eje.

Y en eso estamos.

Entonces Arturo y yo compartimos muchas cosas y nos acompañamos, y sobre todo nos toca hacer procesos de formación a nuevas generaciones ÿ, de jóvenes que pueden encontrar en Arena y Esteras un espacio de formación un espacio, digamos, de afirmación con su propio con su propia vocación de realización laboral.

Aunque sí, de todas maneras, creo que siempre nos hace falta, por lo menos yo considero que siempre hace falta reforzar la idea de Arena y Esteras como espacio de formación política, porque hoy en día es más difícil, yo lo noto.

Cuando yo empecé a hablar de todos los grandes temas, no solamente era necesario, sino para nosotros era como vital, ¿no?

Hablar de la política, de la justicia, de la violencia, de estas cosas.

Hoy los jóvenes no quieren escuchar eso, si los tocas, están como mirando por otro lado.

Creo que el mundo en el que han crecido es un mundo de negación de todos los grandes discursos… sí, pues, ¿no?

De esta idea de progreso, ¿para qué hablar de eso?

Eso ya pasó.

¿No?

Pues, y ese sigue siendo todavía, creo, la pelea de los espacios culturales en general, porque la cultura se ha vaciado mucho de contenido, creo yo.

 

Tamia

Y de contenido político.

 

Ana Sofía

Político, sí, yo creo mucho en eso.

 

Tamia

¿Y tú sientes que tiene un nuevo sentido con esto del buen vivir?

 

Ana Sofía

Sí, siento que algo que finalmente nuestros abuelos y abuelas creo que nos han mostrado, que ellos, que su crítica, su acción reflexiva y todo eso, ha estado, ha sido menos juiciosa y más sentida, más desde la acción, más desde ese sentipensar y más desde el cariño.

Entonces nosotros hemos estado siempre en este concepto de lucha, hay que luchar y la lucha siempre te pone en oposición, siempre hay un otro al que te enfrentas, ¿no?

Y creo que algo que, un concepto muy bonito que yo he aprendido en estos años es el de crianza mutua, es decir, luchar, finalmente en la lucha siempre hay ganadores, vencedores, siempre hay una secuela que deja la lucha.

Pues hay que criarnos mutuamente, hay que criar así como nuestros ancestros criaron al colonizador, criaron a la religión católica y ahora la fiesta patronal es el emblema de todo lo que no es sólo religión, pero también es religión, de la misma manera hay que criarnos mutuamente.

Y hoy en día también con los problemas globales que tenemos actuales.

Y en ese sentido, por ejemplo, cuando pensamos en estos temas de la violencia y de las memorias, por ejemplo, nosotros trabajamos mucho con las abuelitas, con las señoras, el taller de teatro, tablas de mujer, o sea, nosotros trabajamos con los abuelos desde hace muchos años, pero un proyecto específico con mujeres señoras empezó en el 2011 y en el 2013 se concretó.

Y por ejemplo, una de las cosas que yo aprendí es que las señoras te cuentan sus problemas como riendo, todas las señoras cuentan historias brutales, o sea, la vendió su papá, se fue a trabajar a la casa de una señora que le pegaba, abusaron de ella, o sea, todo, pero tú la ves y todo el tiempo están haciendo bromas, jugando, entonces y haciendo cosas.

Entonces claro, hay sentido en sus vidas, el ser solidarias, el cuidar a sus nietos, el salir, no sé, el ser algún apoyo en el centro de emergencia mujer, otra da charlas, otra está algo tienen que hacer y no se abandonan.

Creo que cuando uno se abandona es el problema.

Y entonces, claro, nosotros, yo cuando hemos ido haciendo estas obras con las señoras y estos procesos, nos damos cuenta de que la memoria es algo que no tiene que ver con un discurso de lo pasado, sino tiene que ver con cómo miras al futuro.

Y eso es bien curioso.

Los aymaras dicen que el pasado está adelante, pero, ¿por qué?

Porque el pasado lo puedes ver porque ya pasó, entonces lo puedes ver.

El futuro, en cambio, está atrás.

¿Por qué está atrás?

Porque tú no lo puedes ver.

Cuando tú miras el pasado, cuando tú ves, está siempre tienes lo que pasó acá adelante.

Tú puedes construir un buen futuro, pero no es desde una lógica del tiempo lineal.

Dices de la vida como un camino que te enseñó la religión, que la vida no es un camino, es como… son ciclos, todo tan circular.

Sí, sí.

Además que ni siquiera lo decidí yo, fue Juanita quien dijo “Hazlo así”.

¿Y de verdad es que es que así ha sido, ¿no?

 

Tamia

Y Juanita es tu hija y no has hablado mucho de tu maternidad.

 

Ana Sofía

Yo y Arturo después de varios años de ser pareja, Arturo y yo decimos tener un… un hijo que nació en el 2002, Sebastián.

El 1 de junio del 2002.

Exacto.

Y mi segunda hija nació en el 2013, 11 años después.

Arturo tiene una hija de un primer compromiso.

 

Tamia

O sea, se llevan 13 años, 11 años tus hijos.

 

Ana Sofía

Y con la primera hija de Arturo, que ahora tiene 34 años o 35.

Entonces con Sebastián se llevan como 12, 13 años.

 

Tamia

Ha sido bien espaciado.

 

Ana Sofía

Sí, ha sido espaciado, pero Arturo ha sido un padre maravilloso.

Es totalmente paternal, totalmente paternal, padre maravilloso.

Es muy tierno, muy tierno con Sebastián.

 

Tamia

Entonces me estabas contando de habíamos entrado a tu ser mamá.

 

Ana Sofía

Sí, sí, sí, sí, porque y que Arturo era muy paternal, muy, muy paternal, porque él es muy tierno, muy juguetón, es un Peter Pan.

Decidió no crecer.

Y mi primer embarazo fue muy difícil en el sentido de que yo cuando tuve más o menos cinco meses caí en en cama porque porque me afectó mi cadera y parece que tenía las caderas muy, muy es muy estrechas, entonces fue bastante complicado.

Si fue parto normal, pero fue muy doloroso y por eso el espaciado.

Además, este, quedé con una pequeña lesión, entonces me costó como hacía ejercicio y yo misma me recuperé.

Pero después de 10 años volví a sentir la necesidad de criar, de maternar.

Y fui a la ginecóloga que me había visto la primera vez y bueno, no la encontré.

Pero encontró a su esposo, tipo buenísimo, y me dijo que estaba bien.

así que hice un embarazo un poco más tranquilo, aunque el segundo embarazo me cogió mucho la gastritis fuerte.

Pero con los dos muy bien.

Muy bien en el sentido de que no estaba sola, estaba siempre sostenida con Arturo y ir asumiendo mucho.

Entonces creo que hice todo lo que yo quería hacer, es decir, estuve con ellos todo el tiempo.

Lactaron hasta el año y medio.

Hubiera querido más, pero ya era me era difícil, no produzco tanto y ya tenía dolor de espalda.

Pero fue muy bonito.

Y a mis dos hijos los involucré desde pequeños en el mundo de Arena y Esteras, porque es como una familia grande.

Mi hijo, de hecho, cuando era pequeño nos acompañaba a las giras.

Él tenía meses cuando estuvimos en Francia, en Holanda.

Luego así con los años, viajó otra gira a los tres, a los cinco y a los siete fue su última gira.

Y dijo “Mamá, ya no quiero”.

Nos lo dijo así porque él sentía que se perdía cosas de la escuela y los amiguitos, y le costaba como ponerse entonces reintegrarse.

Y ya dijimos “ya no”.

Y él no, no, él es más muy científico, desde pequeño dijo “quiero ser científico” y ahora está estudiando genética en la universidad.

Genética.

Y Juanita, ella sí siempre ha sido muy sociable, le gusta estar en este ambiente de acá, le gusta actuar, le gusta crear, le encanta hacer cómics, crear sus historias, tiene un mundo enorme de cosas que dibujar y crear y le encanta.

Entonces mientras a ella le guste, lo que le agrade, entonces no le obligamos no les obligamos a nada, ninguno.

Y creo que… que la maternidad para mí ha sido algo asumo las cosas de la casa de manera compatible con mi dinámica de trabajo, con lo que hago.

Porque por un lado está Arturo como compañero de vida y la comunidad de Arena y Esteras también, que es como un ayuno, una familia grande.

 

Tamia

¿No has sentido una tensión entre tú…?

 

Ana Sofía

No, o sea, hay momentos en donde obviamente a veces hay mucha actividad una no puede estar.

Pero hoy día, por ejemplo, yo estuve toda la mañana, había una actividad escolar hoy día presentaban las chicas su proyecto de ciencia y Arturo estuvo hoy día, el día de la clausura, donde mi hija va a bailar, Arturo y yo vamos a estar de viaje.

Y entonces Arturo le pidió a Cusi, que en este caso es la hermana mayor, del primer compromiso…  de Juanita, de Arturo, su hermana mayor, entonces que vaya ella, que va a ir con su pareja.

Entonces claro, ahí vamos cubriéndonos para estar presente en la vida de porque sí, para nosotros ha sido importante, hemos sido padres creo muy presentes, muy conscientes.

Sí, porque claro, al finalmente uno se da cuenta que el tema de los feminismos y esta idea de o esta idea de que la mujer tiene que asumir tantas cosas y como sintiéndose no esclava de la casa, al final también termina siendo una atadura a una necesidad de dar vida y de cuidar que tenemos todos los seres humanos, hombres y mujeres.

Y claro, antes yo por ejemplo, mi mamá no estaba presente en el sentido de que trabajaban muchas horas, pero teníamos una comunidad que nos cuidaba, que éramos seis hermanos, el barrio, las vecinas y bueno, mi mamá estaba pues igual fines de semana y trabajaba con ella, si había mucho vínculo.

Pero hoy día hay niños que pasan, que no ven a sus padres casi nunca y nada reemplaza una… una maternidad presente, una paternidad presente.

Y claro, yo he vivido obviamente la ausencia de mi padre, y no solamente la ausencia, sino mi padre como un referente muy, muy nocivo, como un dolor, como una llaga.

Entonces creo que eso ha sido importante pensar y elegir para que mis hijos no pasen eso.

 

Tamia

Y volviendo un poco al conflicto, tú sientes que lo que viviste durante el conflicto marcó en particular tu vida o fue como algo natural que decías, ¿pero marco ahora en retrospectiva tu manera…?

De claro, yo lo viví, creo yo, con una cuando era niña, ¿no?

Este, con cierta cotidianeidad, porque era cada día y creo que cuando uno tiene algo cada día forma parte pues del mundo que conoces, que es el que tienes.

Y además este veía que la gente a mi alrededor si bien se alarmaba y había esta sensación de un aire contenido y que no sabes qué hacer, porque creo que algo que me enseñó a mí la comunidad de Villa el Salvador es que todo se asume, lo bueno y lo malo, tú no le das la espalda a nada.

Yo he visto, yo he estado en los funerales, en los velorios de los hijitos de las vecinas por un accidente, por una enfermedad, he estado en… en las faenas comunales y en todas las actividades malas o buenas, se vive una especie de celebración, se celebra la vida, se celebra la muerte, se celebra porque uno está siempre acompañado además.

Entonces creo que lo que más daño hace es la soledad y eso no lo viví yo en la infancia no había eso.

Ahora quizás hay mucha más soledad y en ese sentido más abandono de más abandono en general, más desamparo.

Creo que en esa época nos amparábamos, estábamos amparados y ya en la adolescencia y la juventud con Arena y Esteras viví la violencia política como una suerte casi de heroicidad, de no decir, de querer decir no, esto no.

Como una guerrera, como guerrear, como una lucha.

Lo viví, hay que hacer esto.

Y cada día hablábamos, teníamos reuniones en las noches y decíamos hay que hacer esto, sí, hay que cuidarnos, pero no podemos permitir…

Entonces nos íbamos a hacer cosas, pero no era una lucha ideológica desde el discurso, era un hacer.

O sea, cuando sentías que en el pasacalle los niños te reían, te abrazaban o llegabas a una comunidad campesina.

Claro, quizás también era ego, puede ser, porque tú sentías estoy haciendo algo, entonces pero… pero creo que lo bueno es que como nunca fuimos un grupo de arte que vaya en busca del aplauso, como el artista convencional, no íbamos en busca del aplauso, entonces íbamos más bien en busca del sentido que tenía lo que transmitía la escena para para ese público, que era que no era un público, porque tú no te sentías un artista separado del público, tú eras uno más de la comunidad poniendo en evidencia algo que estaba pasando y que tú desde tu propio argumento, que es la escena, lo podías manifestar.

Y entonces había ese sentido así de una fuerza.

Y hoy en día yo desde hace algún tiempo lo que creo es que es que creo que en general es un tiempo que todos coinciden, esta necesidad de sanar, de sanar.

Creo que en general como país, somos un país con muchas heridas, pero no son solo las heridas de conflicto.

Creo que eso… eso es como lo que marcó una época, pero una época en donde la violencia era parte de cuando yo escucho a las abuelas, a las vecinas, a la gente y veo a mí, mi propia madre, su historia, el abandono, el golpe, el maltrato, el desamparo, o sea, el que te mande a Lima en un camión porque iba a los ocho años y llegues a un mundo desconocido, el que te vendan, el que llegues a una casa y te hagan dormir en la cocina, la tierra, o sea, y eso no era excepcional, eso no era la excepción, eso era la historia cotidiana de todas nuestras madres, abuelas.

Mi madre tuvo un poquito más de suerte porque por lo menos vivió en el seno una familia que la puedo mandar hasta la secundaria y puedo tener comida.

Pero esa es la historia de los años 3040-5060 mi suegra vivió en orfanato, ella fue huérfana de padre y madre.

Y bueno, de hecho hasta creo que ella tuvo más suerte porque bueno, por lo menos vivió con unas monjitas que le dieron casa y comida, techo y comida.

Entonces creo que por eso también hay tanta negación a la al conflicto como tal.

Porque yo escuchaba a la gente decir pero si pues si ya estábamos tan acostumbrados, hemos visto a tantos de los nuestros morir, morir enfermos, morir por falta de atención, porque por hambre, pues morir es parte de la vida.

Entonces ya no estemos hablando de los muertos.

A los muertos hay que dejarlos tranquilos.

Lo que nos toca es seguir por los vivos.

Y ese es el discurso que yo escucho, que no solamente escucho, yo he visto a mis vecinos, o sea, yo he visto a mi madre enterrar un hijo hoy, el día siguiente levantarse, ir a trabajar, tranquila, callada, serena, porque cuando se le murió un hijo tenía otro que dar de comer.

Y eso lo he visto en mis vecinas también.

Pero claro, eso, este eso es deja heridas.

 

Tamia

Y además está el tema de que así no debería ser.

 

Ana Sofía

Claro.

Tamia

Y toda esta forma de hacer política que tenía, bueno, esta marca de la lucha y todo, tenía este otro lado también de vincularse, hacer cosas juntos, formar hogares juntos entre todos, cuidar en comunidad, ¿tú sientes que eso se mantiene, ha desaparecido?

¿Queda algo?

¿Queda nada?

 

Ana Sofía

Creo que se ha transformado, tal vez.

Creo que yo creo que estamos viviendo tiempos muy difíciles, que nadie realmente tiene conciencia de las consecuencias de la época que nos toca vivir, que nos está tocando vivir.

Hace poco hablaba, escuchaba a alguien que decía que nuestra generación es la generación que ha vivido los cambios más rápidos y radicales.

O sea, yo he escrito en máquina de coser, perdón, en máquina de escribir.

Yo he escrito en máquina de escribir, yo he usado la cafetera, yo he vivido la infancia sin electricidad y luego he pasado a… ahorita a la vida, a la virtualidad como modelo de vida o como vida misma.

Entonces pero nosotros hemos tenido, hemos habitado un territorio, hemos habitado el territorio, hemos habitado nuestros cuerpos, hemos habitado, nos hemos abrazado, hemos jugado, nos hemos mirado a los ojos como lo hacemos ahora.

Los niños y los jóvenes de ahora ya no pueden, ya no habitan sus cuerpos, no conocen sus cuerpos.

Yo los veo cuando vienen al taller de teatro.

No habitan sus cuerpos, no pueden mirar al otro, no pueden escuchar al otro más de 30 s, lo que dura aún.

Y entonces tenemos cuerpos deshabitados, tenemos territorios deshabitados, tenemos palabras que ya no ya no se pronuncian, porque también el vocabulario ha sido succionado, subsumido.

Y sí es difícil.

Creo que a nosotros nos da miedo, a mí me da miedo que espacios como arena y estera se conviertan en pequeñas burbujas, como rastros de una época o como residuos de algo que porque igual acá nos abrazamos, generamos relaciones vinculantes, ideológicas, la risa, el juego.

Entonces, este creo yo que hay que sí trabajar mucho desde las memorias, pero desde todas las memorias y desde todos sus aspectos, desde las memorias de nosotros como como seres humanos, como seres naturaleza, como seres espirituales, como energía, como esta idea de los aymaras me gusta mucho, porque si tú sientes que tienes el pasado atrás y lo estás viendo, estás consciente también de lo que hicieron tus abuelos, hay gratitud, Agradeces a tu madre por todo lo que ha hecho para que estés aquí, a tus ancestros, a tus abuelos, al dirigente por todo lo que hizo, piensas en una comunidad que tuviste y que ahora ya no tienes y que quieres hacer para tus hijos.

El futuro lo cargas como una mochila, consciente de lo que quieres colocar en ese futuro, porque lo tienes acá.

Entonces en el futuro quiero colocar eso, comunidad, arraigo, convivencia, esas cositas.

Y sobre todo pasar del encostramiento.

Yo digo, claro, somos una sociedad además con muchas heridas que queremos, que estamos todo el tiempo tapando y entonces hay costras y costas y basta que pase algo para que ÿ, reviente la pus y pues si tenemos que sanar.

 

Tamia

Y este, ya vamos cerrando un poco, creo.

Bueno, no sé si hay algo que quieras contar de tu trayectoria que no te haya preguntado.

Es que como yo no la conozco.

Hay hitos que nos estamos saltando, pero en todo caso después tú me puedes mandar así como esto de acá se me pasó, cuando termines de hacer….

 

Ana Sofía

No, yo, yo creo que, que algo creo que mi, mi vida, mi madre como referente en mi infancia ha sido importante, la vida en Villa el Salvador y lo que villa el Salvador como una escuela de vida me dio a mi familia y a mí como persona.

Villa el Salvador fue una escuela de vida, eso que te comento, el comedor popular, las promotoras de salud, la organización barrial, la pastoral social, todo eso una escuela de vida, los dirigentes, la faena comunal, todo eso una escuela de vida.

Y con eso llegar a formar arenas y esteras y plasmar en eso una energía vital de lucha, primero necesaria, porque además es la energía que llevamos los adolescentes y jóvenes, esa energía transformadora.

Y hasta ir construyendo esta idea de casa, porque esta es una casa, una casa escuela.

La relación que tiene Arena y Esteras con mi construcción de vida en pareja y ser mujer, mi ser madre y este momento que tengo que he encontrado desde otras formas, que va más allá de la lucha y que tiene que ver con la crianza mutua, eso creo que por ahí va el camino, la ruta.

 

 

Tamia

Entonces como para ir cerrando, bueno, tú me acabas de decir que quedarnos en ese momento puede ser algo como una pieza de algo mucho más grande y más complejo, que también es lo que nosotros pensamos, pero esta pregunta queda un poco rara, sino que para nosotros es como un momento que representa pasados también de desigualdad que se llevan a un límite.

Entonces eso para contextualizar esa pregunta después de lo que hemos conversado, no es que no lo tenga en cuenta. ¿Qué te gustaría transmitir a mujeres jóvenes, a generaciones jóvenes, sobre lo que tú viviste durante esos años?

¿Qué les dirías? Seguramente lo has dicho muchas veces a muchos jóvenes, pero ahora sí como para que quede en el archivo, ¿qué le dirías en unas frases?

 

Ana Sofía

Creo que… que yo les diría que este mensaje de que la vida no es una carrera en que gana el mejor y tienes que pensar en el otro como un enemigo al cual tienes que vencer, creo que es la peor mentira que nos ha vendido un sistema para desalojarnos de la comunidad espacio y sentido de vida y para deshabitar nuestros territorios y a nosotros mismos.

Creo que piensen realmente en que la única forma no de resistencia, porque yo creo que resistir no es vivir, porque resistir es agotador.

La única manera de vivir plenamente, con gratitud y equilibrio, es pensando en ser siempre comunidad.

Y a las mujeres nos toca desgraciadamente un camino más complejo, porque si no hay que negar que el machismo como fuerza social, política impuesta existe, pero culturalmente somos diferentes hombres y mujeres.

Las mujeres somos dadoras de vida, pero no sólo dadoras de vida, o sea, si uno se pone a pensar es que somos centro, somos eje.

Entonces creo que yo les diría que piensen siempre, donde vayan, lo que hagan, en hacer comunidad, porque hacer comunidad es habitar con creo que yo que es habitar con conciencia, ¿no?

Pero sobre todo con alegría.

Creo que algo que se ha perdido mucho es la capacidad de disfrutar, de celebrar.

Yo te digo, hasta los velorios, el hecho de juntarte con alguien y pensar en el que había partido ya era una forma de celebrar, porque no estaban solas nuestras vecinas, nuestras madres, ni nosotros.

Y entonces eso además nos da autonomía.

También la soledad, el desamparo que produce la soledad te genera dependencias hacia un sistema que te exige llenar los vacíos de otras maneras.

Entonces no necesitamos llenar esos vacíos porque no es necesario vaciar nada.

Hay que aceptar que tenemos una tradición maravillosa, donde todo se cría, donde inclusive no se niega el conflicto.

Creo que la imposición judeo cristiana que nos vino con la colonia nos hizo ver que el paraíso y el infierno eran dos cosas opuestas y tú tenías que aspirar a una paz absoluta.

Es que no existe nada más ÿ falsa que una paz absoluta.

Y cuando uno aprende de los pueblos, cuando vas a un pueblo rural y a una comunidad y están cada día luchando por mantener sus sembríos, aún con sequía, aún con inundaciones, aún con helada, haciendo sus bailes, poniendo su de coca, dándole de comer al viento, o sea, poniendo de cabeza al santo patrón, o sea, pagando la promesa, bailando.

Y ves lo mismo de alguna manera aquí con la señora que sale a vender sus picarones y que con todo el esfuerzo hace la fiesta de 15 años de su hija, o celebra que se somos culturas muy celebratorias, muy comunitarias, y eso no hay que perderlo.

No hay que perderlo.

Y… y entonces creo que ahí esta necesidad de ser la mejor, de ser primero, y sobre todo de decir no, de negarse al hecho mismo de lo que significa ser mujer, sobre todo pensando en las mujeres, también en los hombres, creo.

Pero en general, creo que la naturaleza es sabia también, y hace falta mirar alrededor simplemente para darse cuenta y asumir con gratitud lo que lo que nos hace sentir bien.

Porque inclusive yo escucho jóvenes que no se sienten bien con lo que hacen, pero lo hacen porque así les ha impuesto el sistema.

Eso es duro.

Ahora, también es verdad que ellos la van a tener mucho más difícil, porque a nosotros nos faltó el pan, pero había el abrazo del ayllu.

Ellos tienen mucho pan, pero están totalmente solos.

Y la virtualidad además está deshabitando los cuerpos y los territorios, y está desinstalando nuestra capacidad también de pensar por nosotros mismos, porque finalmente, ¿qué es pensar?

Entonces nos están formateando.

Entonces ahí no nos queda otra cosa más que jugar mucho, jugar mucho con nuestros hijos, con los jóvenes, escuchar mucho a las personas mayores.

Eso también creo que eso es algo que se ha olvidado mucho, mucho, mucho.

Y yo creo que ahora lo que nos toca, porque los mayores que se están yendo hoy son los únicos que tienen la memoria real de lo que somos y lo que hemos sido.

Los que se harán mayores después, ¿qué tendrán en la memoria?

Lo que les han instalado.

Fíjate la diferencia.

O sea, los que serán abuelitos mañana solamente van a recordar a aquellos que le pusieron.

Entonces creo que ahí también hay un tema que casi se está obviando mucho.

 

Tamia

Yo creo que ahí podemos, podemos parar. Muchas gracias.

 

Ana Sofía

De nada.

 

Ficha Técnica

Nombre o seudónimo Ana Sofía Toguchi
Formato Archivo de audio
Serie Historia de vida
Rol Mujer
Número 1
Duración 2 horas 8 minutos
Idioma Español
Perfil

Ana Sofía nació en Lima en 1975. Vivió su infancia a la par de la conformación de Villa El Salvador, durante los años más difíciles del conflicto armado. Se ha dedicado al teatro, el arte y el trabajo comunitario desde muy joven. Fue fundadora del grupo cultural Arena y Esteras, que nació en 1992, luego del asesinato de María Elena Moyano a manos de Sendero Luminoso, proponiendo el arte como un modo de hacer frente a la violencia y el miedo. Ana Sofía sigue siendo una de sus principales promotoras, logrando que Arena y Esteras mantenga siempre un vínculo estrecho con la realidad social del país, y en particular con la de Villa El Salvador.

Ubicación Web https://laoruga.pe/ana-sofia-pinedo-toguchi/
Fecha de Publicación mayo 2025
Lugares Ayacucho, Japón, Miraflores, San Martín de Porres, Villa El Salvador
Anonimato

Autorización para nombre: SÍ

Autorización para voz: SÍ

Autorización para imagen: SÍ

Autorización para detalles familiares: SÍ

Fuentes Primaria. Entrevista a la protagonista.
Fecha/s de recojo del testimonio 11/12/2025
Acceso a fuente primaria Público
Ubicación Archivo Digital de Memoria La Oruga
Soporte Audio y texto
Palabras clave Activistas de DDHH, Adolescencia, Arte, Asesinato, Ayacucho, Ciudadanía, Democracia, Género, Iglesia, Infancia, Izquierda, Lima, Migración, Sendero Luminoso, Teatro, Villa El Salvador, Violencia estructural, Violencia política
El epidosio incluye
Audio completoÁlbumLínea de tiempoTranscripciónFicha TécnicaCréditos
Álbum
Derechos Humanos que aborda A la libertad e igualdad / A la privacidad / Al ejercicio ciudadano
Vínculo con Currículo Nacional

Enfoques: Enfoque de Igualdad de Género, Enfoque de Derechos, Enfoque de Orientación al bien común

Areas: Comunicación, Personal Social y Ciencias Sociales

Clasificación por edades (PG) - Se recomienda la supervisión de un adulto.
Vínculos con otros episodios
Créditos

Historia de vida de: Ana Sofía Pinedo Toguchi

Investigación y producción: La Oruga – Tamia Portugal

Edición y posproducción: Jorge Ochoa

Ilustración: Mario Colán (retrato de la izquierda-versión de escritorio) y Arena y Esteras.

Cortina musical: Time To run de Dexter Britain

Créditos

Historia de vida de: Ana Sofía Pinedo Toguchi

Investigación y producción: La Oruga – Tamia Portugal

Edición y posproducción: Jorge Ochoa

Ilustración: Mario Colán (retrato de la izquierda-versión de escritorio) y Arena y Esteras.

Cortina musical: Time To run de Dexter Britain

Fecha de publicación: mayo 2025

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