Laura vivió durante meses en un campamento senderista, en este episodio podrás conocer cómo llegó a esa situación, qué le sucedió luego y cómo es su vida en el presente.
A los 17 años, Mariana sobrevivió a un atentado de Sendero Luminoso: la explosión de un cochebomba. Tres décadas después, conversamos con ella sobre sus recuerdos y sobre las secuelas de este violento episodio.
Laura vivió durante meses en un campamento senderista, en este episodio podrás conocer cómo llegó a esa situación, qué le sucedió luego y cómo es su vida en el presente.
Este álbum recoge imágenes, canciones, recuerdos que Laura quiso compartir con La Oruga.
Una manito se extiende hacia la belleza y ya no se sabe quién sostiene a quién, ¿no? La mariposa al niño o el niño a ella, cobijándola para que repose un rato de su vuelo. En mi caso fueron ellas (las mariposas) las que me sostuvieron varias veces.
Tenía 5 años cuando mi papá escuchaba estas canciones. Cómo no doler el mundo, no lo conocía, pero aquellas canciones…
Ilustración de Jimmy Liao, de su libro «Paisaje de amor» (2015).
Ilustración de Jimmy Liao, de su libro «Soy feliz, no me preocupo» (2012).
Esta canción me marco de muy niña. Mi papá la tenía en un cassette y cómo me hacía llorar.
Parafraseando a Luís Llach: que las mariposas acompañen a Laura y que las estrellas la abriguen.
Entre 1980 y el 2000 el Perú vivió un periodo de convulsión política enorme, que por su gravedad, magnitud y características fue denominada por la Comisión de la Verdad y Reconciliación como un conflicto armado interno. Los grupos subversivos Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL) y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) declararon la guerra al Estado peruano, iniciando una dinámica de violencia que dejó 69 mil víctimas mortales, cerca de 20 mil personas desaparecidas, alrededor de medio millón de desplazados forzados, por lo menos cinco mil casos de violencia sexual y un número no determinado de esterilizaciones forzadas, torturas y otras graves violaciones a los derechos humanos.
En este escenario del conflicto, a la violencia subversiva y contrasubversiva se suman la violencia del narcotráfico y los conflictos sociales por las políticas de erradicación de cultivos de hoja de coca. La producción de pasta básica de cocaína (PBC) se puede rastrear desde 1940, producida de manera legal por familias japonesas. En la década del 50 se inicia la producción ilegal de PBC. A la par, el Estado promueve la colonización de la selva por campesinos andinos y costeños, como un método para ampliar la frontera agrícola como alternativa a la aplicación de una reforma agraria. Pero con ello, los cultivos de hoja de coca aumentan y se inicia un auge de actividades ligadas al narcotráfico desde la década del 70. A finales de esa década, durante el gobierno de Francisco Morales Bermúdez, se promulga el decreto ley 22095 o Ley de represión al Tráfico Ilícito de Drogas (1978). Se inician entonces las políticas de interdicción por parte del Estado, en el gobierno de Francisco Morales Bermúdez, con los operativos Verde Mar I y II, y Bronco I y II (1979 – 1982) y la creación del el Proyecto para la Reducción y Erradicación de la Coca en el Alto Huallaga – CORAH. El en proceso de interdicción operan en la zona la Droug Enforcement Administration (DEA), la policía antidrogas y la Marina de Guerra. Utilizan lanzallamas y dinamita para la destrucción de cultivos y secadoras de coca. Además de afectar sus intereses, vulneran derechos fundamentales de campesinos, realizando detenciones injustificadas.
En paralelo, Sendero Luminoso, que había iniciado sus actividades de proselitismo con profesores y estudiantes de universidades y escuelas secundarias a mediados de los 70s, encuentra apoyo popular en las zonas rurales por el descontento de los campesinos ante las políticas de interdicción. Sendero Luminoso actúa adecuándose a la estructura económica del narcotráfico, y sus mandos en la zona logran mayor autonomía respecto a la directiva general del movimiento. Las acciones antisubversivas inician con la policía, con “Sinchis” de la Guardia Civil, luego ingresan el ejército, la marina y el servicio de inteligencia. A fines de los 80s se forman los primeros comités de autodefensa, y a inicios de los 90s el comando político militar crea el Frente Huallaga.
Aunque hubo gran convulsión desde 1984, el periodo considerado como el de más violencia fue entre los años 1987 y 1992. Se registran en la memoria colectiva una cantidad importante de ajusticiamientos arbitrarios por parte de todos los actores armados, Sendero Luminoso incluso asesina a los integrantes de su organización que consideraba traidores de manera cruenta y pública. Las FFAA practicaron la tortura de manera extendida, y se narra que incluso una modalidad de asesinato era arrojar a los detenidos arbitrariamente desde sus helicópteros, nombrados por la gente de la zona como “los caídos del cielo”. A partir de la caída de Abimael Guzmán (12 de setiembre de 1992), se observa un declive de la violencia en la zona, varios militantes pudieron salir de las filas de SL. Esto coincide también con emisión de la Ley de Arrepentimiento (DL Nro. 25499, mayo de 1992) que creó un ambiente de desconfianza entre los senderistas, incluso entre sus mandos. Aunque en el proceso de su aplicación se cometieron excesos, esta ley melló fuertemente la base social de la organización subversiva en la zona.
En ese proceso se da también una ofensiva militar, con dos operativos importantes: «Bolsón Cuchara» en 1992, en el que al parecer el PCP-SL tuvo la mayor pérdida de combatientes, y el operativo «Aries» (abril de 1994) que tuvo como objetivo la expulsión y exterminio de las columnas de SL y de su base social. Aunque este último operativo era descrito como exitoso por el Estado Mayor Operativo del Frente Huallaga, por controlar todas las salidas existentes de la margen izquierda del río Huallaga, aparecieron denuncias de graves abusos sobre la población civil, que fueron hechas públicas por la CNDDHH, por lo que la operación es interrumpida al poco tiempo de iniciarse (mayo de 1994). La formación continua de Comités de Autodefensa a partir del 92 son también una muestra clara de la reversión en el apoyo inicial de la población al senderismo, y aunque colaboraron con la disminución de la violencia en la zona, muchos CADs fueron acusados de cometer torturas, desapariciones, robos y otros delitos. Aunque el nivel de violencia baja, aún hay acciones subversivas trascendentes durante el resto de la década de los 90s.
Este texto ha sido escrito a partir del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. La Región Nor Oriental y el Narcotráfico La Estrategia de Pacificación en la Margen Izquierda del Río Huallaga Narcotráfico, Conflicto Armado Interno y corrupción.
Narrador: Hola esta es La Oruga, un podcast para pensar el presente desde nuestras memorias.
[Canción “El Pueblo Unido”: El pueblo, unido, jamás será vencido. De pie cantar, que vamos a triunfar, avanzan ya banderas de unidad, y tú vendrás…]
Laura: Creo que toda esa mirada romántica de la política de la izquierda, la aprendí de mi papá, ¿te imaginas?, habiendo sido policía y todo, creía en esas cosas.
Narrador: Acabamos de escuchar la voz de Laura, acompañada por un famoso himno de la izquierda latinoamericana, el Pueblo Unido. En este episodio de LA ORUGA queremos compartir con ustedes algunas de las experiencias y decisiones que Laura fue tomando en su vida y que la llevaron de una infancia amable, a un campamento de Sendero Luminoso, luego a la cárcel y luego… Pero mejor escuchemos todo desde el inicio. [Sonido de audio de noticiero, se escucha a una periodista mujer que narra agitada: “Aquí hay una balacera, son las 12 del día y 42 minutos, hay terroristas que están tirando balas desde diferentes lugares”]
Narrador: Era 1990 y el país vivía momentos de gran tensión. La violencia desatada por los grupos subversivos, las violaciones de derechos humanos cometidas por los agentes estatales, junto con la crisis económica, habían generado un país casi fuera de control. Laura, como muchos otros jóvenes de la época, experimentaba esta situación con mucha intensidad y preocupación. Pero también lograba mantener una vida cotidiana casi normal, como cualquier universitaria inclinada por las cosas culturales.
Laura: Bueno, ya después ingresé a la universidad, y ahí pues todo era política, de la izquierda sobre todo, ¿no? Y a mí no me interesaba nada de lo de los partidos o de los movimientos de estudiantes, pero lo otro sí, la parte de… como más de… del arte, las canciones, los murales, la poesía… Esa parte como más romántica, ¿no?
Y ahí lo conocí a Martín, al principio éramos bien amigos, él era bien amable, bien alegre. Y como a mí no me gustaban las fiestas como a mis amigas, salíamos los dos no más. Y ya, en esas nos… nos volvimos enamorados. Martín sí estaba en los partidos de izquierda, desde el colegio, y ya en algún momento se pasó a SL. Y ya después ya pasó a la clandestinidad, ¿no? Dejé de verlo por varios meses, y sí pues, lo extrañaba, ¿no?, un montón. Y un día, así, llega este chico y todo apurado me dice: Martín me ha dicho que te busque, que está herido. Y yo fui… corriendo fui, ¿no?, y Martín tenía una herida, de bala, en su pierna, y ellos, los del partido, los de sendero le habían ordenado a Martín para que mate a un policía, y Martín fue, pero ya llegado el momento él se bloqueó y ya no pudo disparar, y él fue el que terminó herido, ¿no?
Narrador: Martín era un joven militante de Sendero Luminoso, y estaba herido, producto de una acción armada. Laura, su enamorada, lo cuidó, lo mantuvo atendido y seguro. Y empezó a ayudarlo en pequeñas tareas y encargos que le hacían desde El partido, que era como llamaban sus integrantes a Sendero Luminoso.
Mucha gente en el país, durante esos años, se encontraba en la misma situación que Laura. No eran cuadros militantes de sendero, pero podían hacerle favores, recados domésticos, o tareas logísticas. Eran parte de redes de apoyo con mayor o menor grado de compromiso.
Laura: mmm. Ya cuando se fue mejorando de su herida, ellos, los de Sendero, le fueron haciendo más encargos, y yo le ayudaba con esos encargos, eran cosas así, como domésticas, ¿no?, comprar medias, guardar papeles… Sí pues, ¿no?, después de todo, de la herida, de lo del policía, yo le ayudaba… sí… Y un día lo acompañé. Tenía que entregar una tinta, creo que era una tinta de impresora. Y llegamos y ahí aparecieron un montón de hombres armados, que parecían del ejército, pero que eran de Sendero, y ahí nos dijeron que fuéramos con ellos. Caminamos varias horas, ahí, dentro del monte, adentro de la selva, y ahí llegamos a un campamento, y ya de ahí, ya no nos dejaron salir.
[Ruidos selva de noche, de insectos y pájaros nocturnos]
Narrador: El campamento de Sendero Luminoso estaba aislado, metido muy adentro en la selva central. Estaba dirigido rígidamente por una jefa política y un jefe militar. En este campamento retenían a decenas de personas, muchas en contra de su voluntad. Eran los inicios de los años 90, y el grupo se desplazaba constantemente para huir de la persecución del ejército. Laura pasó un año y medio allí, conociendo las reglas y los rituales senderistas, siendo parte de ellos.
Laura: Fue todo un proceso, sobre todo de decepción, para mí y para mi Martín también, porque todo lo que había escuchado así, desde niña, de mi papá, yo pensaba así: que las personas que iban a hacer la revolución eran las personas más honestas, las más justas. Pero lo que yo vi ahí fue sobre todo… bastantes intereses personales, y bastantes abusos también. Había castigos, había miseria, había injusticias. La dirigencia tenía todos sus privilegios, tenían la mejor comida, les hacían sus omelet, con aceitunas, con mantequilla, así en medio de la nada, ¿te imaginas?, todo eso para ellos. Y para el resto, mingao, mingao de arroz, que es como una mazamorra, ¿no?, de arroz.
Al inicio, cuando todo era más tranquilo, los chicos les hacían sus camas todo para ellos, para la dirigencia. Y los demás afuera, dormíamos, en el piso, en el barro.
Mnn… Ahí me pusieron como parte del grupo de apoyo a la dirección. Y lo que tenía que hacer era básicamente servirle a la dirigencia, a los mandos, hacerles todas las tareas domésticas, cocinarles, servirles su comida, lavarles su ropa.
[Ruidos selva de noche, de insectos y pájaros nocturnos]
Narrador: Los que nos escuchan quizás recuerdan, o si son muy jóvenes les habrán contado, que una de las frases más usadas por sendero luminoso era “Servir al pueblo de todo corazón”, nada más alejado de este lema que la realidad que se vivía en el campamento.
Laura: El que era el mando, el varón, desde el principio se me insinuó, decía que, porque tenía que estar con mi pareja, cosas así. Y empezó a pedirme que le lleve manzanilla en la noche. Y en la tercera noche me pidió que le frotara la espalda. Y yo me negué, y de ahí de frente ya me dijo: “tú no puedes estar con él”. Eh… la mando mujer, la que mandaba más que el otro, se enteró por una amiga mía. Y ya ella le prohibió: que ninguna mujer le llevara manzanilla, que si quería manzanilla que le lleve un hombre. Y ahí me libré. Pero… después de eso todo el tiempo me hostigaba él.
[Ruidos selva, de insectos y pájaros]
Cuando llegué había como 80 personas ahí en el campamento. A los más jóvenes, que eran casi niños, con Martín les enseñábamos a leer, a escondidas de la dirigencia, usábamos, así, las etiquetas de las latas de leche o las bolsas de arroz. Después de tiempo, de años, ya fuera del campamento, me contaron que Sendero mató a varios de esos chicos, cuando se mostraron a favor del acuerdo de paz y quisieron desertar.
[Ruidos de selva, con pasos sobre hojas y sonidos de pájaros]
Narrador: Esa era la vida en el campamento. A Laura le contaron que a esos niños que cuidó los habían matado por querer aferrarse a un acuerdo que les podría haber permitido sobrevivir. Otro ejemplo de esta disciplina feroz la sufrió Martín, la pareja de Laura, que fue maltratado y tratado como cobarde, como castigo por no haber podido disparar y matar al policía, cuando lo capturaron. Parece que solo quedaba someterse.
Laura: No era pues… no era posible escaparse, ¿no?, desertar, entonces ya qué más te queda, ¿no? Te adaptas. Te adaptas así a la decepción, te acostumbras a las dificultades, y tratas de encontrar momentos, ¿no?, de bienestar. Hay una cosa que sí me gustaba, que hasta ahora me gusta acordarme.
[Sonido de agua/manantial corriendo]
Laura: Un día fui a lavar la ropa al río y de casualidad así, dejé ropa en un pocito. Y de pronto me vi rodeada de mariposas, y ya después siempre lo hacía, ¿no?, agarraba las ropas con más colores, las ponía alrededor de mí y lavaba rodeada de tantas mariposas. Y cosas así me hacían sentir bien, sí. Y así, a pesar de todo, también con Martín éramos una pareja. Nos imaginábamos nuestro futuro así bonito, con una casa, una familia. Difícil, ¿no?, imaginarse que se puede pensar en esas cosas, así en esas condiciones, pero no sé, era lo que hacíamos siempre.
[Música tranquila de piano]
Laura: Y a los meses, quedo embarazada. La que era mando me dijo que era mi decisión, que yo tenía que pensar bien. Ella sí tenía su hijito ahí en el campamento, había llegado bien bebito, como de tres meses, y ya para entonces tenía como dos años más o menos. Me dijo que ella sí, ella podía quedarse con su hijo porque ella era de la dirección, ¿no?, pero que yo, si yo decidía tener a mi bebé, lo tenía que entregar a la masa y yo seguir… seguir ahí en el campamento.
Narrador: Sendero usaba esta palabra: “masa”, para referirse a la gente común y corriente, la que no era militante de su movimiento, la población. La “Masa”, decían, con un aire de superioridad, señalando con este rótulo a personas que imaginaban sin individualidad, sin voz, alienados, manipulables…
Laura: Y tomé mi decisión, yo iba a tener a mi hijo, sí quería tenerlo, pero nunca lo dejaría con nadie extraño. Y ya con Martín ya desde ese día empezamos a imaginarnos formas de irnos, ¿no? Y a mis cuatro meses de embarazo tuvimos la caminata más larga. Caminamos de día, de noche, más de tres meses estuvimos ahí caminando. Y todo el día sonaban los helicópteros.
[Ruido de hélices de helicópteros]
Narrador: Ya por ese momento, en 1992, Abimael Guzmán había sido detenido en Lima. Y Laura y sus compañeros en el campamento escuchaban esa noticia como un rumor, sin llegar a creer que fuera verdad.
Laura: Y me acuerdo clarito, el día exacto me acuerdo, cuando sentí por primera vez como se movía mi bebé en mi panza, sonaban las bombas bien fuerte, y yo me abracé a un árbol bien ancho. Y ahí sentí, sus pataditas, ¿no?, con esa presión.
[Sonido de latidos] [Ruidos de la selva]
Narrador: Laura y Martín seguían pensando en modos de escapar, pero se les hacía imposible huir entre las persecuciones militares, las bombas, los helicópteros, y la vigilancia de una dirigencia atenta ante cualquier intento de deserción.
Laura: A los 7 meses de embarazo mi amiga del campamento le dijo a la mando, que podía tener complicaciones serias en el parto, ¿no? Ya en ese momento ella me dijo que me podía ir, pero también me dijo que apenas dé a luz que entregue a mi hijito a la masa, y después que tenía que regresar.
Y bueno, yo sabía que no iba a volver, ¿no?, y ella no sé, tal vez también sabía que ya no iba a volver. Y a Martín ya no lo dejaron irse, el varón, el que era mando, dijo que tenía que quedarse y así un día nos despedimos. Me fui y Martín se quedó.
[Cortina de La Oruga]
Narrador: Esta es La Oruga, un podcast para pensar el presente desde nuestras memorias.
Hemos podido conocer como Laura pasó de una vida universitaria a vivir en el campamento senderista. Tenía allí un año y medio sin reales esperanzas de poder tener otro destino. Hasta que quedó embarazada y la mujer que tenía el cargo de jefa política le dio el permiso de salir para dar a luz, aunque con la condición de regresar y entregar a su bebé a simpatizantes de Sendero Luminoso. Laura entonces, tuvo que despedirse de Martín, su pareja y padre de su bebé.
[Ruido de ciudad, bocinas, motores, tráfico]
Laura: Ahí llegué a la ciudad, y ahí ya estaban mis papás, mi mamá, mi papá, que me acogieron y me cuidaron ahí en mi embarazo, ¿no? Di a luz y a mi hijo le puse igual que su papá, Martín.
Mi papá hacía mil gestiones para eliminar mis requisitorias en la policía, pero se enfermó, le dio cáncer y ya cayó en cama. Y bueno, yo hasta ese rato, yo le tenía más miedo a ellos, a los de Sendero, ¿no?, más que a la misma policía. Yo, mi miedo era que me regresen a la selva, que me hagan entregar a mi hijo a la masa y me regresen ahí a la selva. Y en realidad, o sea, yo realmente hasta ese momento no había pensado ni siquiera en por qué me tendrían que detener.
[Ruido de ciudad, bocinas, motores, tráfico]
Laura: Mi papá por la requisitoria no quería que salga de la casa, y nunca, nunca salía. Pero quise ir a verlo al hospital y ahí es cuando me detienen. Y ahí mi hijo tenía un año y dos meses y ahí se quedó con mi mamá, ¿no? Y después de un mes me dejaron verlo, le di de lactar ahí en la celda y de ahí ya se secó mi leche. Y a mi papá ya no lo vi, ya él murió al poco tiempo ahí en el hospital.
[Música de piano]
Narrador: Laura enfrentó un juicio sumario con un tribunal militar sin rostro. Fue condenada a cadena perpetua, que debía cumplir en una cárcel con régimen de alta seguridad. Durante los primeros años tuvo permitido ver a su hijo cada tres meses, solo por unas pocas horas cada vez. Luego de innumerables trámites logró tener un nuevo juicio, esta vez un juicio civil.
Laura estuvo 12 años en la cárcel. Durante este tiempo tuvo ante sí una oportunidad: si se presentaba como inocente podía pedir que su caso fuese revisado. Su abogado le propuso presentar su caso ante la comisión que revisaba los indultos alegando que había sido secuestrada. Pero Laura no estuvo de acuerdo.
Laura: Yo nunca dije que fui secuestrada, y es que para mí es bien complicado: por más que no hubiéramos planeado con Martín quedarnos en ese campamento, finalmente yo estaba con él, ¿no?, y yo lo estaba apoyando. Porque no es que no sabía en qué andaba él, y que me llevó con engaños, ¿no? Yo fui con él, yo no fui a la fuerza, entonces no podría llamarlo secuestro, ¿no?
Narrador: Laura podría haber pasado un tiempo corto en la cárcel, podría haber vivido esos años con su hijo, estar ahí para él, podría haberle evitado a su madre, recién viuda, tener que lidiar con su carcelería. Pero decidió no presentarse como inocente.
Laura: Es cierto que a nadie se le puede retener contra su voluntad, ¿no? O sea, sí era injusto, también era injusto tener una cadena perpetua, y haber tenido ese juicio así, pero yo siento que lo que a mí me pasó no podría llamarlo secuestro. Aceptar mi responsabilidad y cumplir mi condena por eso, para mí fue romper definitivamente también con Sendero, ¿no? Yo no quiero saber nada con la organización. Para mí es como empezar de nuevo, con limpieza, desde cero. Si no acepto lo que me corresponde sería como que algo me mantuviera ahí ligada, ¿no? Y yo ahora de esa parte, me siento libre.
[Cortina de La Oruga]
Narrador: Hoy, Laura ya es libre, camina entre nosotros por la ciudad, pero aún siente que debe cuidarse, todos los días, en su contacto con cada persona, por temor a mostrar su pasado.
Laura: Te va a perseguir siempre, y a veces es hasta inhumano, ¿no? Yo he estado acusada por terrorismo, y cualquiera que oye terrorismo, no se pone a pensar en lo que tú hacías, lo primero que se les ocurre es que tú pusiste una bomba o que has matado a alguien.
Narrador: En el presente Laura prefiere no compartir con nadie sus opiniones ni sus sentimientos. Sus años en el campamento y en la cárcel los guarda en secreto, teme perder su trabajo o sus amistades, teme incluso que la acusen de algo y la regresen a la cárcel.
Laura: Yo ya estoy libre, ya cumplí mi sentencia, ya he estado 12 años en la cárcel, pero no puedo hacer mi vida normal, ¿no? Y yo quisiera hablar… hablar de lo que pienso, de lo que siento. Pero es difícil, ¿no?, encontrar así, alguien que quiera escucharme o con quién me sienta tranquila de poder conversar, ¿no?
[Música: Piano]
Narrador: ¿Y qué es lo que quiere decir Laura?, ¿qué quisiera compartir sobre sus experiencias, qué quisiera contarle a los jóvenes?
Laura: Yo parto siempre de una convicción por la vida, de una vocación por vivir, por vivir yo y de dejar que la gente viva, que viva plenamente, ¿no? Y partiendo de ahí, de ese respeto por la vida, no debemos dejar que nada que atente contra la vida, te pueda atrapar, ¿no?… que te pueda manipular. Y a mi hijo, y a cualquier joven, le diría eso, que tiene que respetar la vida. Por supuesto, sin dejar de ser sensible ante las injusticias, ¿no?, pero que eso no te lleve a tomar un arma y apuntarle a nadie.
Últimamente escucho una canción, se llama “Cierra los Ojos”, y una parte de la letra dice: “No dejes que las heridas se endurezcan en el corazón. Recuerda, si llueve dentro de ti, que caminar cura las heridas, que vivir no es estar vivos. Vivir es la actitud de llenar la vida. La vida, eso que pasa cuando tú ríes” … bonita es, ¿no? Esa canción me hace pensar en Martín y en mi hijo.
[Música tranquila de piano]
Laura: A Martín desde ese día que nos despedimos en el campamento no lo volví a ver, ¿no?, y tampoco hablo de eso con nadie. No puedo hablar de eso, y mi hijo tampoco, creo, ¿no? Y yo desde siempre lo esperé, desde ese día que yo me fui yo siempre pensé que nos íbamos a encontrar.
Cuando nació mi Martincito yo le escribí así una carta laaarga, ¿no?, con la esperanza de que pudiera aparecer en cualquier momento y que podría leer como Martincito ha ido creciendo, como se ha desarrollado, para que no se pierda de nada, ¿no? Y ahí todavía la tengo todavía la carta, bueno, la tiene Martincito, ¿no?
Y así me paraba varias veces en el día, para ver por la ventana para ver si aparecía, o esperaba que me llame por teléfono, pero nunca pasó, ¿no? Y ya no sé… no sé en qué momento… pero ahora sí ya, predomina en mi la idea de que sí está muerto.
[Sonidos de olas del mar]
Laura: Y de cualquier forma que lo hayan matado, me imagino que tiraron su cuerpo al río, como hacían con tanta gente en esa época, ¿no?, y entonces me imagino que ese río llega al mar… y ver el mar me da esa sensación, ¿no? Como, no sé… no sé… no sé, he visto el mar muy poquitas veces, pero sí, cada vez que lo veo, pienso en él, pienso en Martín.
[Sonidos de olas del mar] [Cortina del programa]
Narrador: Gracias por compartir con nosotros este episodio de La Oruga, un podcast para pensar el presente desde nuestras memorias. Hemos escuchado “Las decisiones de Laura”. Para contar esta historia, el testimonio real fue interpretado por Tamia Portugal, respetando el deseo de la protagonista de permanecer en el anonimato. Laura es un nombre ficticio. Las entrevistas con la protagonista estuvieron a cargo de Tamia Portugal, y el guion es el resultado del trabajo del equipo de investigación formado también por Francesca Uccelli, Rosa Vera y José Carlos Agüero. La producción es un trabajo de La Plebe, con edición de audio de Katia Villavicencio y coordinación de Teresa Cabrera. Para nuestra cortina hemos usado The Time to run, un tema de Dexter Britain, liberado bajo una licencia Creative Commons. En este episodio hemos usado fragmentos de Winter Sunshine, de Evgeny Grinko, y de Labile Polvere, de Mattia Vlad Morleo, un contenido de Music Files, también liberado bajo una licencia Creative Commons.
La Oruga es parte del proyecto El Presente de la Memoria del Instituto de Estudios Peruanos. Puedes escuchar los otros episodios de nuestra primera temporada desde nuestra web laoruga.pe, donde encontrarás más información acerca de las historias y también ideas de cómo usar este material en tu escuela, universidad o grupo de estudios. Te invitamos a compartir este contenido si te ha parecido interesante. Síguenos en Spotify, y búscanos en redes sociales como La Oruga. Hasta pronto.
Laura asumió la responsabilidad sobre sus decisiones durante el conflicto armado, apoyar a su pareja con encargos domésticos sabiendo de su participación en PCP-SL. Asumir esa responsabilidad le costó 12 años de libertad, y aún hoy vive con el estigma de haber sido condenada por terrorismo. Laura quisiera expresar importantes vivencias y opiniones acerca de sus experiencias, sin embargo, el contexto social hace que se mantenga en silencio, sin poder expresar su postura crítica hacia el PCP-SL, y sin poder denunciar la desaparición de su pareja (el padre de su hijo).
Conocer: ¿Sabías de acontecimientos parecidos? ¿Te afectaron personalmente? ¿Qué mensaje crees que deja la historia?
Significado: ¿Cómo te imaginas que las personas o personajes del campamento llegaron a esa situación?, ¿cómo te imaginas sus vidas en el presente?
Responsabilidad: ¿Qué piensas de la decisión de Laura de no declararse inocente cuando tuvo la posibilidad de hacerlo para salir en libertad?, ¿qué hubieras hecho tú? ¿Qué piensas sobre el hijo de Laura?, ¿cómo imaginas que fue su infancia?, ¿qué crees que siente o piensa? ¿Qué le dirías sobre su madre? ¿Qué le dirías sobre su padre? ¿Qué crees que sentiría una víctima de Sendero Luminoso acerca de Laura luego de escucharla? Si quieres escuchar un podcast relacionado, puedes escuchar en La oruga «A ti no te ha pasado nada».
Testimonio: Para este podcast, la mujer que dio su testimonio decidió no usar su verdadero nombre y que otra persona la representara para que no reconozcan su voz, ¿por qué piensas que tomó esa decisión?